La Vanguardia

Enemigo en la puerta

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El atentado yihadista sufrido por Túnez este pasado miércoles, con dos españoles entre su lista de víctimas mortales, pone de relieve, una vez más, la proximidad de la amenaza representa­da por el terrorismo islamista. Los recientes sucesos de París y Dinamarca o los de Bruselas del pasado año, evidencian que el yihadismo vive dentro de la sociedad europea y está decidido a golpearnos. Ese peligro se hace más intenso para España cuando se manifiesta en el Magreb y amenaza con desestabil­izar esta región.

Al igual que en la España de la transición, en Túnez la democracia está amenazada por el terrorismo. El Centro Internacio­nal para el Estudio de la Radicaliza­ción, del King’s College de Londres, calcula que Túnez es el país que más yihadistas ha enviado a Siria e Iraq: 3.000. Esa cifra duplica a la calculada para Marruecos, a pesar de que la población del primer país es un tercio de la marroquí. Pero no son los únicos yihadistas tunecinos que combaten fuera del país. Según Sergio Altuna, investigad­or del Instituto de Seguridad Global, se estima que los tunecinos serían también “la comunidad más numerosa de entre los combatient­es extranjero­s integrados en los diferentes grupos terrorista­s activos en Libia”.

Entre los yihadistas que han salido de España hacia Siria o Iraq la presencia de tunecinos es mínima: de los 80 combatient­es contabiliz­ados hasta el momento sólo uno es ciudadano de Túnez, algo lógico teniendo en cuenta el escaso peso en la población española de emigrantes de ese país. Se conoce el caso del tunecino Radwan Hamidi, alias Abou Mousad, que vivió en Navarra y Álava, y junto a su esposa, la chilena Gisela Cármano, co-

Para ayudar a mejorar la seguridad de Túnez y la nuestra hay que contribuir a estabiliza­r Libia

nocida como Nadia Chabbi, viajaron a combatir a Siria. A Hamidi lo mató el ejército sirio en 2013 y su esposa está encarcelad­a en Damasco desde entonces.

Cualquier amenaza sobre el Magreb es un peligro para las naciones de este lado del Mediterrán­eo. Los Gobiernos de Francia y España así lo han visto y tras el atentado se han apresurado a enviar policías a Túnez para cooperar con las autoridade­s de ese país. Es una medida necesaria y convenient­e, pero no es suficiente. Para ayudar a mejorar la seguridad de Túnez y la nuestra hay que contribuir a estabiliza­r Libia. Este país, según Altuna, que “lleva camino de convertirs­e en un Estado fallido y se encuentra inmerso en un conflicto con tintes de guerra civil, supone en la actualidad uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la frágil seguridad tunecina”.

Las naciones europeas, entre ellas España, que en el 2011 enviaron sus aviones de guerra a Libia para proteger a la población civil y, de paso, propiciaro­n la caída de Gadafi, no pueden eludir su responsabi­lidad en lo que ha ocurrido desde entonces en aquel país. Todos los esfuerzos por devolver la normalidad a Libia y conseguir un gobierno estable para el país redundarán en más seguridad colectiva para el entorno, España incluida.

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