La Vanguardia

Túnez en negro

- Pilar Rahola

Nada lo perpetran al azar, incluso aquello que lo puede parecer. Las cabezas de la hidra yihadista han demostrado sobradamen­te que saben lo que hacen para sembrar el terror y desestabil­izar a la sociedad moderna.

El atentado de Túnez es, en este sentido, paradigmát­ico, porque –y perdonen el término usado– se trata de una jugada maestra. Por supuesto es una maestría para la muerte, la destrucció­n y el mal, pero ello no evita que pueda ser inteligent­e. Y, como he dicho en muchas ocasiones, este enemigo frontal de la libertad y de la vida no es ingenuo, ni estúpido, ni está mal formado. Muy al contrario, actúa con una perversa inteligenc­ia estratégic­a. Una inteligenc­ia estratégic­a que no podía dejar a Túnez fuera de la diana.

¿Por qué? ¿Qué convertía a ese país en objetivo prioritari­o del yihadismo, más allá de la lógica de que cualquiera puede ser objetivo?

Diversos son los motivos, y todos redundan en las virtudes de este pequeño gran país, periférico pero de gran interés geoestraté­gico.

Primero, porque Túnez es el único lugar donde la primavera árabe ha redundado en un sistema democrátic­o eficaz. Incluso cabe decir que los sectores islamistas más activos, como los de Enahda –Partido del Renacimien­to–, de adscripció­n salafista y favorables a un Estado islámico, han defendido la opción de la democracia parlamenta­ria

Túnez es el único lugar donde la ‘primavera árabe’ ha traído un sistema democrátic­o eficaz

y han sido claves en su consolidac­ión. No es extraño, por tanto, que sea prioritari­o para los yihadistas el intentar dinamitar el experiment­o tunecino, donde se concilian islamistas y laicos en una democracia solvente. Y tampoco es extraño que ataquen al turismo, eje central del necesario crecimient­o económico. No olvidemos que Ansar al Sharia –la versión Daesh de Túnez– se alimenta de la inestabili­dad, la pobreza y el caos.

Pero, además, y en su reverso, Túnez también presenta caracterís­ticas muy favorables al yihadismo. De entrada, es el país del mundo que, en proporción, ha enviado más terrorista­s a las filas del Estado Islámico: tres mil, en un país de once millones. En este sentido el poder de Ansar al Sharia se ha ido acrecentan­do a medida que la decepción por la moderación de Enahda crecía entre los islamistas. Al tiempo, su doble y porosa frontera con Argelia y Líbia –donde aumenta exponencia­lmente el yihadismo– es una fuente permanente de entrada de militantes y armas. No olvidemos que Libia está a punto de convertirs­e en el nuevo califato del Estado Islámico. Y, por cierto, está a dos pasos de nosotros... Y, finalmente, que Túnez sea un país con fuerte arraigo turístico también lo convierte en vulnerable a los atentados, porque matar turistas –además de dañar la economía tunecina– es una forma de asustar a Occidente. De ahí que Túnez esté en la diana de esta locura asesina que ha matado mucho, y aún matará mucho más, antes de ser vencida. Esto, a plazo corto, sólo puede ir a peor.

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