El último día de Pasolini
Pasolini Director: Abel Ferrara
Intérpretes: Willem Dafoe, Ninetto Davoli. Nico Betti.
Producción: Italia, 2015. 84 minutos. Biografía dramática.
Pasolini fue asesinado en Ostia el 1 de noviembre de 1975. La ley sostuvo entonces, y todavía sostiene, que el asesino fue el joven Giuseppe Pelosi, un crío de apenas 17 años.
Fue un asesinato horrendo, de extrema violencia. Un asesinato que se prestaba al escándalo propio de los rincones oscuros y el sexo furtivo. De hecho, el crimen del cineasta, una figura fundamental de la cultura italiana –entonces demonio y hoy un santo para los estamentos culturales italianos– se convirtió en caballo de batalla, uno más, en las luchas entre izquierdas y derechas.
Lo cierto es que a Ferrara todo eso le interesa poco, la verdad. El director neoyorquino –originario del Bronx– se aferra a la explicación oficial del crimen y la ilustra también en toda su crudeza. Es quizá la única concesión de Abel Ferrara, en este Pasolini de la templanza, al Ferrara del exceso.
Autor de películas intensas y desbocadas como Teniente corrupto o El funeral, por citar dos de las mejores suyas (tiene muchas otras perfectamente olvidables), Ferrara se decanta aquí por mirar al último día del cineasta con una serenidad que sorpren- dió en Venecia, donde el filme se presentó mundialmente.
Más que un chute de adrenalina o un trago de whisky, como ha sido a veces el cine de Ferrara, o como era el mismo Ferrara en otros tiempos, este Pasolini es más bien como la sosegada lectura en un sillón orejero.
De hecho, buena parte del filme se basa en los escritos del poeta, en sus artículos y en sus libros. Pasolini es un collage de pensamientos, más que una denuncia o una crítica. Este Pasolini resulta la ilustración de una vida (en un sólo día), donde el inminente asesinado trabaja en su futuro guión; come con su madre –siempre la madre–, y habla con sus amigos.
La provocación está en sus palabras más que en sus actos. La vida de Pasolini interesa a Ferrara tanto o más que la muerte. Y para ello cuenta con la ayuda de Willem Dafoe. Perfecto como el poeta, con el que comparte sus facciones cinceladas en piedra. “Escandalizar es un derecho”, decía Pasolini. “Dejarse escandalizar, un placer”, y aquí cada uno tiene que elegir. / S. Llopart