La Vanguardia

Que no nos roben la cartera

- Ramon Solsona

El domingo habrá que vigilar para que no nos roben la cartera”, dice un hombre mayor que presume de ochenta años bien llevados. Lo comenta en el metro, lleno de aficionado­s que van a ver el Barça-Manchester City, y la advertenci­a es literal, no metafórica, pues a continuaci­ón explica cómo le robaron la cartera justamente en el metro y justamente después de un Barça-Madrid.

A mí también me robaron la cartera después de un Barça-Madrid de hace muchos años. Con un individuo corpulento que hizo una maniobra brusca de distracció­n que después he visto muchas veces. Siempre en el metro. Una vez protegí con mi presencia a un grupo de turistas incautos que era seguido por unos ladrones. Como yo no me despegaba de su presa, el jefe de la cuadrilla me dijo de todo en una lengua incomprens­ible para mí. En lugar de partirme la cara, como temí, me soltó un discurso agrio que yo interpreté así: somos padres de familia y hacemos nuestro trabajo honradamen­te, ¿por qué no nos dejas trabajar en paz? Hizo una señal a sus compinches y se fueron profiriend­o, presumible­mente, toda clase de lindezas dedicadas a mi señora madre.

Barcelona es una plaza fuerte del carterismo organizado y los días de partido son su fiesta mayor periódica. Hace muy poco, tras el Barça-Rayo, el conductor del metro advertía por megafonía interior: “Carterista­s, pickpocket­s. Carterista­s, pickpocket­s”. Después del Barça-Málaga, el metro se detuvo mucho rato en la estación de Les Corts y desde dentro vi por la ventana un hombre y una mujer que aparenteme­nte no hacían nada, pero los calé enseguida por cómo miraban a su alrededor. Desapareci­eron de mi vista y cuando volvieron a mi campo de visión vi con nitidez cómo el hombre tiraba disimulada­mente una cartera en la papelera. Lo tengo fotografia­do en el móvil, con su camiseta del Barça y su aspecto de culé bonachón.

En el lenguaje del fútbol, robar la cartera es arrebatar la pelota al rival por sorpresa o aprovechan­do un despiste. Puede ser también un atraco deportivo, un resultado adverso causado por decisiones arbitrales funestas. Recomiendo la página que La Vanguardia del 15 de noviembre de 1985 dedicó a la magna obra de José Plaza como factótum del arbitraje. Con números en la mano, Domingo García y Xavier Garcia Luque demostraba­n hasta qué punto el cabecilla de la banda había beneficiad­o al Madrid y perjudicad­o al Barça. Por ejemplo, entre 1967 y 1970, al Barcelona le señalaron once penaltis en contra y cinco a favor, mientras que el Madrid disfrutó de catorce penaltis a favor y dos en contra. ¡Sólo dos penaltis en contra en tres años! Años después de la muerte de Guruceta –Dios le haya perdonado– en accidente, se supo por confesión de los implicados que se había dejado sobornar por el Anderlecht, lo cual no obsta para que el máximo galardón de los árbitros españoles que entrega el diario Marca se siga llamando trofeo Guruceta. La cara B del fútbol español es así de esperpénti­ca.

Puede ser también un atraco deportivo, influido por decisiones arbitrales

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