La Vanguardia

La tradición wagneriana

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El miércoles, con toda una orquesta del Mariinski lista para ofrecer su representa­ción de Tristan und Isolde, el Gran Teatre del Liceu vivió una de las noches más frustrante­s que se recuerdan.

¿Cómo pudo suceder? ¿Cómo es posible que la del miércoles con toda una Orquesta del Mariinski se convirtier­a en una de las noches más frustrante­s que se recuerdan en el Liceu? ¿Qué es lo que falló para que no solo uno, sino ambos cantantes protagonis­tas distaran de poder ofrecer un Tristan und Isolde del que el público pudiera por lo menos olvidarse? Si alguien tenía dudas respecto a la pervivenci­a de una tradición wagneriana en esta ciudad, esta semana las habrá despejado. Serán pocos, pero poco cobardes.

Y dieron fe de ello cuando un pequeño grupo lanzó búes indignados al final del 2º. acto, tras un desgraciad­o dúo de amor entre un tenor afónico y una soprano incapaz de controlar las inflexione­s de su voz. ¡“Señores, espabilen!”, parecía decir el público aguerrido. Otros por Twitter proponían salvar la noche dando a cantar el Liebestod a Bangäne, la magnífica Yulia Matochkina. No había para menos. ¿Acaso tenía sentido asistir en el Liceu a una versión concierto del magistral título si no era posible alcanzar un mínimo goce musical... disponiend­o del milagro Mariinski/Gergiev?

Si recapitula­mos se comprende en parte semejante error. Para empezar, baste decir que al contratar la orquesta de Valery Gergiev para piezas líricas en concierto, la elección del reparto cae por defecto en manos del Mariinski. Y se produce básicament­e entre su ensemble (voces a veces de tercera fila) haciéndose pública cuando le viene bien a San Petersburg­o, por lo que tanto el teatro que los contrata como el público que va a la taquilla no pueden juzgar por anticipado. Hay que confiar. Y si no se está dispuesto a confiar –el Liceu al fin y al cabo debe responsabi­lizarse del producto que compra–, siempre se puede negociar con Gergiev, que ha demostrado estar abierto. Así sucedió con la Iolanta de hace un par de años: el Gran Teatre propuso que Anna Ne- trebko debutara con este papel y la contrató por su cuenta.

Con todo, hay que decir que este Tristan und Isolde que ha llegado bajo el paraguas del Mariinski era un plan B por el que se optó tras echarse atrás el Liceu de un proyecto que, aún siendo interesant­e para su coro, resultaba oneroso dadas las circunstan­cias financiera­s. Se trataba de un Parsifal en gira con la orquesta del Mariinski y el Cor del Liceu, factible en estas fechas, aprovechan­do que Siegfried no requiere coro. Aquel plan A se gestó en tiempos del anterior director artístico; su transforma­ción pilló la época del interino, y el concierto del miércoles se celebró habiendo aterrizado la nueva responsabl­e... de manera que las posibilida­des de verlas venir y reaccionar, esto es, garantizar al cien por cien unas voces a la altura de una Orquesta del Mariinski en el Liceu, eran reducidas. El estadounid­ense Robert Gambill, que no forma parte del ensemble del Mariinski, posiblemen­te firmó el contrato dejando que los rusos le creyeran en forma. Y respecto a la soprano Larisa Gógolevska­ya... ya en 2006 tuvo ocasión el Liceu de “valorarla” en el papel de Kundry ( Parsifal) durante unos conciertos Wagner del Mariinski. ¡Y de eso hace nueve años!

El liceísmo, por su parte, no es manco. “¿De qué nos extrañamos?”, se preguntaba­n algunos tras el fiasco. “El público del Liceu ha valorado siempre las voces por encima de

Escatimarl­e en voces al público barcelonés no es algo que pueda permitirse de nuevo el Mariinski; ni el Liceu

las escenograf­ías y las orquestas –señalaba Manel Bertran, del Grup Wagner–, y lo del miércoles, que algunos ya suponían al ver que no se hizo público hasta días antes quién vendría a cantar, fue absolutame­nte intolerabl­e. Dudo que pueda escuchar un Tristan peor que este”.

Por suerte, el Liceu no tiene intención de dejar de contar con Gergiev tras este triste episodio. Quiere la mejor versión del maestro, quiere su versión “milagro”. Y si su condición de genio le hace en ocasiones irregular, el Gran Teatre está dispuesto a jugársela. Pero no cuando se trata de las voces, esta lección está aprendida. Escatimar en el reparto no es algo que el Mariinski vaya a permitirse de nuevo en Barcelona. Y tampoco el Liceu. Al menos no cuando se trate de dar voz al sonido instrument­al del Mariinski.

 ?? A. BOFLICEU ?? La soprano Larisa Gógolevska­ya (Isolda) y el tenor Robert Gambill (Tristán) con Gergiev en el podio
A. BOFLICEU La soprano Larisa Gógolevska­ya (Isolda) y el tenor Robert Gambill (Tristán) con Gergiev en el podio
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