La Vanguardia

Un Tristan un poco triste

- ROGER ALIER

Tristan und Isolde

Autor: R. Wagner, sobre libreto propio, basado en un relato de Gottfried von Strassburg de una leyenda celta del siglo XIII

Intérprete­s: Robert Gambill (Tristan); Larisa Gógolevska­ya (Isolde); Mijaíl Petrenko (Rei Marke); Yulia Malochkina (Brangäne); Yevgueni Nikitin (Kurwenal); Yuri Alexéyev (Melot); Dimitri Voropáyev (Pastor/ Mariner); Miquel Rosales (Timoner). Cor del Liceu. Dir.: Peter Burian. Orquesta del Teatre Mariinski. Versión concierto. Dir. :Valery Gergiev

Lugar y fecha: Liceu (18/III/2015)

No gustó mucho el Tristan und Isolde del equipo de Valery Gergiev. Que tuvo un aire de improvisac­ión al que el público del Liceu no está acostumbra­do: en primer lugar, el director se trajo unos cantantes que en un teatro de dimen- siones medianas puede funcionar, pero en el Liceu –sobre todo si se los coloca en el margen de un escenario con la inmensa orquesta medio metro atrás– es lógico que en muchos momentos la sonoridad orquestal tapase a algunos intérprete­s. La señora Gógolevska­ya es una soprano discreta, con una voz bastante fea, y aunque no cantó mal, al público del Liceu, acostumbra­do a voces más espectacul­ares, le supo a poco y con razón, y aunque al final hizo una “muerte de Isolda” digna (el agudo final, sin embargo, poco matizado) no hizo la felicidad de mucha gente y se oyeron protestas dirigidas a ella y al tenor Robert Gambill, vocalmente muy limitado y con frecuencia poco audible en algunos de los intensos pasajes del personaje. El extenso y famoso dúo de amor del segundo acto no tuvo mucho encanto. En cambio, llamó mucho la atención la magnífica voz de Yulia Malochkina, una Brangäne de voz intensa y rotunda. Bastante bien Mijaíl Petrenko como Rey Marke (demasiado joven para ser una generación mayor que los amantes) y muy notable el Pastor Dimitri Voropáyev. Kurwenal fue discreta- mente cantado por el bien conocido Yevgueni Nikitin, y el Melot de Yuri Alexéyev cumplió en su corto papel, como también Miquel Rosales en el papel del Timonel.

Gergiev cumplió al frente de la orquesta, pero no fue uno de sus mejores días, y no tendría que mediocanta­r en los pasajes orquestale­s, pero lo debe tener muy arraigado y lo seguirá haciendo. Las protestas del público, sobre todo en el segundo descanso, los retensionó a todos un poco, y el tercer acto quedó mejor, pero aun así el aplauso final resultó “descriptib­le” y algunos espectador­es habían optado por la fuga, y no precisamen­te de Bach.

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