Condena al electricista de Picasso
La versión del empleado de que le regalaron 271 obras no convence a los jueces
Eran muchos Picasso para un simple electricista: 271 obras con un valor estimado –aún por peritar– en 70 millones de euros. Pierre Le Guennec no era jeque árabe, ni delincuente internacional, ni artista, ni marchante o banquero de inversión. Sólo electricista. Eso sí, desde 1971 con entrada libre, y por la puerta, a la residencia de los Picasso en Mougins, en la Costa Azul.
Se había estropeado un horno y le llamaron. Tras aquel estreno de 1971, se convirtió en el chapuzas de la casa hasta la muerte de Jacqueline Picasso en 1986. Le Guennec era la persona a la que se recurría cuando en aquella casa había alguna avería o se precisaban trabajos de bricolaje. Con el tiempo se fue haciendo una relación de confianza.
“El maestro tenía mucho respe- to por los empleados y su trabajo”, explicó Danielle, la mujer del electricista, que llegó a intimar con Jacqueline, la última mujer de Picasso. En 1973, los Le Guennec asistieron al entierro del maestro, en estricta intimidad, y Jacqueline la visitó en el hospital cuando Danielle dio a luz a uno de sus hijos.
En ese clima, la pareja explica que un día, antes de que Picasso muriera, Jacqueline le dio un paquete al electricista: “Toma, es para ti”, le dijo, según su versión. “No me atreví a mirar lo que era delante de ella, luego en el coche lo miré y vi que eran esbozos y cosas de taller, lo metí en una bolsa”, explicó Pierre en una entrevista publicada en enero por el diario Le Parisien.
En el paquete había alguna litografía, esbozos, dibujos y una libreta de cien páginas con 91 dibujos realizados por Picasso entre 1900 y 1932. Siempre según su versión, los Le Guennec depositaron aquellos papeluchos desinteresadamente entre los trastos de
su garaje; ropa vieja, herramientas, leña para la chimenea, botellas de vino y... 271 obras de Picasso. Y pasaron cuarenta años, un plazo en el que los delitos prescriben, Picasso llevaba 37 años muerto y Jacqueline, que se suicidó en 1986, 24. Fue entonces, en el 2010, cuando al electricista y a su mujer se les ocurrió llevar el paquete a la Fundación Picasso de París para conocer el valor de lo que tenían. A la vista del asunto, los herederos de Picasso los denunciaron inmediatamente.
“Pretender hacernos tragar aquella historia fue una desfachatez de campeonato”, dijo en el juicio, que se celebró en febrero, Maya Widmaier-Picasso, descendiente del pintor.
“Los familiares de Picasso siempre nos trataron con desdén, como a sirvientes”, explicaba ofendida Danielle en enero. No hubo química. En el juicio, celebrado el 12 de febrero en el tribunal de Grasse (Alpes Marítimos), les pidieron cinco años de prisión condicional (sin necesidad de cumplir pena) por robo. La pareja del electricista y su mujer, hija de gendarme, ha sido condenada finalmente a dos años por ocultación de 271 obras, ninguna de ellas firmada, que fueron mantenidas en su garaje a lo largo de 40 años. “Estamos decepcionados, somos honestos”, ha dicho el electricista de 75 años. Habrá recurso, dice su abogada, Evelyne Rees.