Una tarde académica
Previamente informado por el editor Daniel Fernández, propietario de una sana ironía gallega, lo primero que hice fue buscar el retrato de Estanislao Figueras Moragas. Y allí estaba nuestro hombre: con su mano derecha metida en el bolsillo del pantalón. Un gesto que interpreté, libremente, como un homenaje testicular del pintor a quien fue el primer presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República Española.
Estoy hablando de la sala de actos de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona en la que se exponen algunos retratos de ilustres catalanes. Y, volviendo a nuestro retratado y como todos ustedes ya saben, tras la reunión del consejo de ministros, celebrada el 9 de junio de 1873, Estanislao Figueras abandonó la misma, dijo que iba a dar un paseo por el parque del Retiro y acabó largándose a Francia. Antes, tras la reunión ministerial ya mencionada, dijo lo siguiente: “Señores: voy a serles francos: estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Ese “nosotros” es tan brillante, que ya sólo por eso merece que su retrato se exponga en la sala de actos de la Reial Acadèmia de Bones Lletres.
O sea, que al amigo Sergio Vila-Sanjuán lo nombraron hace unos días académico, es decir, nuevo miembro de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, que antes de 1729, año de su fundación, se conocía como la Academia Desconfiada o la Academia de los Desconfiados. Ser académico es una cosa muy seria, pero ni necesariamente aburrida ni tampoco asustadora. De modo que si Juan Luis Cebrián amuerma bastante o mucho y Arturo Pérez-Reverte intenta dar miedo a los niños, eso es cosa propia de ellos. Como ese envaramiento de halcón consentido que suele gastar Luis Goytisolo, a quien siempre me lo imagino disputándose el mismo espejo con Francisco Rico mientras una voz dice: “De Egipto te traeré tules y de Cachemira chales”. La prueba de que lo académico puede ser algo muy normal se encuentra en Carme Riera, que fue quien contestó o leyó la laudatio al nuevo académico Vila-Sanjuán, quien, por cierto, no soporta el queso.
Sergio Vila-Sanjuán, además de saber escribir, sabe también leer en voz alta y ese menester, que tanto se agradece, se ve favorecido por una buena voz y una perfecta dicción. Yo siem- pre me lo imagino hablando de literatura con Gioacchino Lanza Tomasi, primo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el autor de El gatopardo.
Durante la ceremonia de investidura como nuevo miembro de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, Vila-Sanjuán demostró, repito, que ser académico puede ser incluso ameno, pero ahora toca lo gótico. Porque la sede de esa academia está ubicada en el palacio Requesens, que algunos, eso me dijo una historiadora, confunden con el Palacio Real Menor. Lo gótico siempre agita la imaginación y ese patio interior, esa escalera descubierta por la que se accede a la sala noble del palacio ayudan a entender mejor la bio- grafía de Barcelona. Muchos de los presentes en el acto de recepción pública del nuevo académico, incluso los aparentemente más intelectuales, no habíamos estado nunca en esa academia. De modo que gracias al nuevo académico conozco un poco más a mi ciudad, que, en realidad, no nos engañemos, es de los ciclistas.
Sergio Vila-Sanjuán volvió a meter el periodismo cultural en la Reial Acadèmia de Bones Lletres y creo que el ambiente gótico se lo agradeció. No querría entrar en intimidades, pero siempre que entro en ciertos espacios culturales comienza a picarme la nariz. Y puedo afirmar y afirmo que durante la intervención de Vila-Sanjuán dejó de picarme la nariz. El nuevo académico habló de Giorgio Vasari, el Aretino, como la primera gran figura del periodismo cultural en el sentido que actualmente le damos.
Gracias a él sabemos, por ejemplo, la mala leche que podía gastar Miguel Ángel. Luego siguió con James Boswell, autor de la Vida de Samuel Johnson, según el cual “el patriotismo es el último refugio de los canallas”. Y acabó hablando de Josep Yxart, Agustí Calvet, María Luz Morales, Janet Flanner, etcétera. Cuando Vila-Sanjuán recordó la definición que del patriotismo hizo Samuel Johnson tuve tiempo de observar varias caras: la del conseller de Cultura Ferran Mascarell, la del exalcalde Jordi Hereu y la de Estanislau Figueras, que seguía con su mano derecha metida en el bolsillo del pantalón. Creo que en las miradas de Hereu y Figueras noté una cierta complicidad. El exalcalde aprovechó su breve intervención para afirmar que, tras la celebración del tricentenario, sigue habiendo vida. Hereu está en forma.