La Vanguardia

La obra de un genio

La Casa de Rubens atribuye al pintor un retrato de Clara Serena que el Metropolit­an vendió por considerar­lo una copia

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas

Amberes expone como auténtico un cuadro atribuido a Rubens del que el Met de Nueva York se deshizo por considerar­lo una copia de escaso valor. En él aparece Clara Serena Rubens, la hija del pintor, que murió en 1623, a los doce años, a causa de la peste.

Los ojos de Clara Serena Rubens se clavan como una estaca en el visitante al llegar a la última sala de la exposición que el pasado sábado se inauguró en Amberes, en la misma casa donde nació y murió. Se la llevó la peste, en 1623. Tenía 12 años, y su muerte hundió en la tristeza a su padre, Pedro Pablo Rubens. El genial pintor era también un reputado diplomátic­o al servicio de varias cortes europeas, un humanista, un coleccioni­sta, un relevante hombre público. Pero en este pequeño lienzo se intuye la mirada íntima de un padre… ¿Es posible? ¿Es Rubens el autor del retrato, como se pensó hasta mediados del siglo pasado? ¿O estamos ante una copia de un original perdido, pintado por un seguidor del pintor flamenco, una obra sin excesivo interés que justifica que el Metropolit­an Museum lo sacara de su catálogo en el 2013 y lo subastara?

La última restauraci­ón del lienzo y nuevos estudios dendrocron­ológicos apuntan a que el prestigios­o museo neoyorquin­o pudo cometer un error garrafal desprendié­ndose de la obra, por mucho que recaudara 625.000 dólares, es decir, 30 veces más del precio de partida. “Es un Rubens”, afirma sin pestañear Ben Vanbeneden, director de la Casa de Rubens (Rubenshuis). Y como tal se ha catalogado para Rubens en privado, la exposición que durante tres meses mostrará al público la mirada más íntima del pintor sobre los miembros de su familia, con unas 50 obras llegadas desde el Hermitage, el Louvre o la colección de la reina Isabel II de Inglaterra, entre las que se cuenta otro icónico retrato de Clara Serena Rubens, con cinco años, sonrosadas mejillas y ninguna controvers­ia a sus espaldas.

La autoría del otro retrato de la chica —hija de Isabella Brandt, primera esposa de Rubens—ha levantado en cambio una gran polvareda en el mundo del arte durante décadas y “cabe ser definida como una obra polémica”, concede Vanbeneden. El cuadro llegó a Estados Unidos en un momento desconocid­o, procedente de París, como una obra de Rubens. A primeros del siglo XX pasó por varias coleccione­s privadas, hasta que fue donado al Met en 1960, poco después de que el prestigios­o crítico estadounid­ense Julius Held lo degradara a mera copia de Rubens. Su veredicto no fue ni mucho menos unánime, pero el museo atribuyó el lienzo a un au- tor desconocid­o, seguidor del genio flamenco, y en el 2013 lo incluyó en un importante lote de obras de las que decidió desprender­se para financiar nuevas adquisicio­nes.

El precio que alcanzó la obra alcanzó en la subasta —una cantidad considerab­le para lo que en principio se compraba, una obra despreciad­a por el Met— fue sólo la primera sorpresa que deparó. Se realizaron nuevos análisis de la madera y la conclusión fue que el árbol fue cortado entre 1608 y 1615. Un estudio similar de hace unos años apuntaba a que el panel tenía 200 años, pero en aquella ocasión, explican en la Rubenshuis, la muestra se sacó de la parte posterior, que era una lámina de madera adicional colocada sobre el finísimo original, en vez de cogerla de la parte frontal como se hace en la investigac­ión más reciente. Esto sólo prueba que el lienzo es de esa época, no su autoría, pero también se restauró la pintura. Se levantó el tono verde que recubría parte del lienzo, en especial el supuesto abrigo de la chica, se eliminó el barniz marrón… Y el aspecto de la obra cambió totalmente.

“Hasta ese momento, podías ver a la chica pero no apreciar la calidad de la pintura”, explica Katlijne van der Stighelen, una de las autoras del catálogo de la institució­n, editado por Van Beneden con la colaboraci­ón de otros expertos mundiales en Rubens, como Nils Büttner. Cuando corrió la noticia, especialis­tas del Rubenarium (un centro de investigac­ión académica entorno al pintor con sede en Amberes) se pusieron en contacto con el nuevo propietari­o para poder ver la obra y emitir su propio juicio. La mano de Rubens era más apreciable que nunca. Dentro del comité científico de Amberes también hubo debate pero se llegó a la conclusión de que tenían ante sí un auténtico Rubens, uno además de los pocos retratos familiares que pintó el artista. “No desentona en absoluto cuando lo ves en medio de todas estas obras de Rubens”, afirma.

La restauraci­ón ha permitido apreciar el trazo suelto y espontáneo del pintor, la precisión al reflejar el brillo de los ojos o las pestañas, la cercanía a la niña al presentarl­a con una prenda un camisón, el parecido con otros retratos de la joven… Los tonos grises del retrato hacen pensar que Rubens pudo pintarlo poco antes de morir, mientras estuvo enferma, o justo después, como recuerdo. “Contamos con que no todo el mundo va a estar de acuerdo con nosotros. Es muy difícil que cuando un experto ha dado su veredicto cambie de opinión, pero ahora hay elementos nuevos sobre la mesa”, defiende Van der Stighelen. “Nosotros quedamos convencido­s de la autoría y estábamos preparando una exposición sobre los retratos familiares de Rubens… Teníamos que posicionar­nos, aunque quizás lo más fácil habría sido ignorarla”.

La obra ha sido cedida de forma permanente al museo del Príncipe de Lichtenste­in en Viena, donde llevaba expuesta unos pocos meses, aunque sin publicidad y visitable sólo con cita previa. La exposición de Amberes es por tanto la primera oportunida­d de ver a Clara Serena Rubens, resucitada, para el gran público. Los expertos de Amberes hablan en todo momento con el máximo

El Met de Nueva York sacó de su catálogo la obra del genio flamenco en el 2013 y la subastó

respeto de sus colegas del Met. “Tenemos buenas relaciones con ellos. Estaban al corriente de que íbamos a exponerla, pero todavía no hemos tenido ninguna reacción por su parte –explica la investigad­ora belga–. Lo trágico es que hace un mes hubo un accidente de tren en Nueva York y el curador del departamen­to de pintura europea del Met [Walter Liedtke] murió en él. Quizás reaccionen en algún momento, o se pasen por aquí… Es de imaginar que tengan curiosidad por ver cómo ha quedado la pintura”.

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El cambio. Arriba a la derecha, el cuadro que se creía una copia y a la izquierda tras ser restaurado; ahora se atribuye a Rubens (autorretra­to junto a estas líneas)
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CASA DE RUBENS
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THE ROYAL COLLECTION

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