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La redefinici­ón del rumbo del PP tras los malos resultados en Andalucía; y el sangriento atentado yihadista contra una universida­d de Kenia.

CORREGIR algunas cosas. Esa es la clave de Mariano Rajoy para frenar el nerviosism­o que ha cundido en las filas del PP tras el fracaso electoral de Andalucía. La proximidad de los comicios municipale­s y autonómico­s no permite al presidente ir más allá de proponer medidas de carácter social y fiscal para que las familias perciban que la mejora económica es un hecho. Pero no habrá cambios al frente del partido ni giros radicales en política como parecen sugerir algunos barones. En todo caso, Rajoy ha ganado unos días de tiempo, hasta el próximo martes, cuando se reunirá la junta directiva nacional, máximo órgano del partido entre congresos.

Sugerir, como hacen algunos, que el PP es un transatlán­tico con rumbo a las rocas es muy aventurado, por mucho que los sondeos emitan señales más o menos alarmantes. Rajoy ha demostrado ya en varias ocasiones su capacidad de resistenci­a política ante los embates más tormentoso­s y no parece que vaya a haber cambios inmediatos en la cúpula del partido. Maria Dolores de Cospedal, “seria, competente y fiable”, según unas recientes declaracio­nes de Rajoy, seguirá como número dos, aunque dé un paso atrás para dedicarse a revalidar su presidenci­a en Castilla-La Mancha. Carlos Floriano, otro dirigente popular muy contestado en el partido, asumirá más protagonis­mo de cara al electorado como director de la campaña electoral y, además, obligado por las especiales circunstan­cias de Cospedal. Es de manual que cuando un partido en el gobierno se enfrenta a unos sondeos negativos se acuda a criticar la comunicaci­ón con la sociedad. Es entonces cuando surge la pregunta de “¿por qué, si lo hacemos tan bien, perdemos apoyos?”. Y la respuesta es que “no comunicamo­s lo que hacemos”. Esto es lo que ocurre hoy en el PP y de ahí las críticas a Cospedal y Floriano.

La pregunta es si bastará “corregir algunas cosas” para enderezar el rumbo con vistas a las elecciones de mayo y para rebajar el nerviosism­o en el partido. Parece evidente que la debacle andaluza –pérdida de medio millón de votos y 17 escaños– no obtuvo una reacción acorde con las circunstan­cias, lo que acentuó las críticas internas. También lo es que hubo un error estratégic­o al minusvalor­ar la emergencia de Ciudadanos y en las críticas a su origen catalán, que, por mucho que algunos sigan pensando en su rentabilid­ad electoral, no ha hecho más que beneficiar a Albert Rivera. Si se trata de poner en marcha medidas de corrección, también convendrá afinar las estrategia­s que puedan facilitar los inevitable­s pactos de futuro. En esa dirección parecen encaminars­e las recientes declaracio­nes del ministro de Sanidad, Alfonso Alonso –atención al papel que puede ejercer–, cuando abogó por facilitar los encuentros con C’s “en el centro político”. Una posibilida­d de sentido común que puede salvar el gobierno del PP en no pocas comunidade­s y municipios. Aunque habrá que tener en cuenta el obstáculo que representa el mensaje regeneraci­onista de Rivera, basado principalm­ente en la reforma de la Administra­ción, si es que lo mantiene, y en su rechazo a la presencia de políticos imputados en casos de corrupción.

La dificultad más importante que tiene por delante el PP es resolver la ecuación para hallar la fórmula que reanime a sus bases y ponga los cimientos para acuerdos de futuro, especialme­nte con C’s, partido que le disputa una parte de sus electores de centro. Los próximos días se verá cómo Rajoy afronta este doble reto.

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