Las joyas de la corona
Los socialistas catalanes se juegan el futuro del partido en los reductos donde resistieron en las últimas municipales
El PSC se juega en las próximas elecciones municipales las grandes plazas que conserva de su antigua hegemonía en los ayuntamientos.
El alcalde de Cornellà, el socialista Antonio Balmón, empezó a probar hace unos meses una nueva estrategia, las sillas rojas. Colocaban un grupo de doce sillas en alguna calle concurrida del municipio e invitaba a la gente a sentarse a charlar con él. “La experiencia no fue mal”, explica Balmón.
Antes de la crisis, el modo de intimar con sus electores era distinto. Balmón les pedía que organizaran cenas en sus casas a las que él asistía. Un grupo de seis u ocho personas a lo sumo. “Ahora no puedes pedirle a la gente que te monte una cena porque el presupuesto familiar no llega”, dice.
El desastre que ha significado la crisis para muchas familias asalariadas corre paralelo a la crisis de la fórmula socialdemócrata que ha abanderado el PSC, la que le garantizó ser el partido más votado en las municipales durante treinta años. Es la otra cara de la crisis, la falta de confianza en el progreso. La percepción de que la receta ya no asegura la prosperidad. Los alcaldes socialistas, en particular en el área metropolitana, han sido durante largo tiempo los mecánicos del ascensor social de los ba- rrios más modestos, pero ahora el ascensor está fuera de servicio.
Para los socialistas catalanes los ayuntamientos son un básico del armario, como para CiU es la Generalitat. De ahí que estas municipales serán decisivas para el futuro del PSC. En el seno del partido confían en resistir en algunos de sus feudos, Tarragona, l’Hospita- let, Terrassa, Lleida, y creen que los resultados serán mejores de lo que vaticinan las encuestas. Todo dependerá de la participación. Esta es su última cruzada. “Sería un error pensar que el PSC es sólo el partido de los alcaldes como nos querían ver los de CiU. Pero es cierto que nosotros podemos no gobernar en la Generalitat pero no podemos renunciar al poder local”, reflexiona un antiguo miembro del aparato socialista.
El PSC ya llegará a las elecciones municipales en estado catastrófico, aquel en que quedó tras las municipales del 2011, cuando perdió Barcelona, Girona, Badalona, Mataró, Reus… y el control de las diputaciones, incluida la de Barcelona. Todo ello ha agravado lo ocurrido en este último mandato, en el que –casos de corrupción aparte– se ha demostrado acertada aquella idea de un líder de CDC que aseguraba que ignoraba dónde llegaría el proceso soberanista catalán pero que por el camino se iban a cargar al PSC.
Al PSC, no al PSOE en Catalu-
PLAZAS FUERTES
El PSC confía en retener las alcaldías de Lleida, l’Hospitalet, Terrassa o Tarragona
EL MANDATO
El mal escenario abierto para el PSC en el 2011 se ha ampliado más desde entonces
nya. Un alto dirigente de este último partido sugería recientemente en Madrid que a medida que ha avanzado el proceso soberanista y se han producido las deserciones de militantes inclinados a que el socialismo juegue un papel distinto en el proceso catalán, el PSC resultante se va pareciendo cada vez más al PSOE.
De los siete concejales que integraban el grupo municipal socialista en el Ayuntamiento de Girona elegidos en el 2011 sólo queda uno en activo. El resto ha desertado de un partido que, como sugería irónicamente Jordi Martí, quien fue jefe de filas del grupo municipal socialista de Barcelona y hoy es el portavoz de MES, es “el único partido que se alegra de que haya gente que lo abandone”.
Miquel Iceta, el primer secretario del PSC, conminó en la convención municipal del 14 de marzo a los candidatos socialistas a las municipales a “decir la verdad y resolver problemas”.
El mensaje es una réplica dirigida por igual a los independentistas, que han pretendido convertir las municipales en un preámbulo del 27-S, y a los partidos emergentes –Ciutadans por un flanco, y las candidaturas de la nueva izquierda, BComú, por el otro– que sin un pasado que les lastre pueden causar nuevos estragos en el electorado de un partido que atesoró en sus filas a los mejores especialistas del medio urbano. Un saber imprescindible que, sin embargo, carece de la épica que reclaman los tiempos que corren.