Los 18 minutos de gloria
Obama califica por dos veces de “histórico” el acuerdo con Irán, su gran obra en política exterior
Los 18 minutos de gloria del presidente Barack Obama. Así se forja el legado. A falta de la firma definitiva, Obama exhibió musculatura al rasgar el último telón de acero.
El presidente de Estados Unidos compareció este jueves ante el país. En esos 18 minutos, elogió el tesón diplomático del secre- tario de Estado, John Kerry, para ensalzar las líneas preliminares del acuerdo nuclear con Irán –“un buen pacto, cumple el núcleo de nuestros objetivos”–; para advertir al Gobierno de Teherán –“si engañan, el mundo lo sabrá”–, desafiar al primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu –esta es la mejor opción para que los ayatolás no tengan la bomba nuclear–; o dar un toque de atención a los republicanos, con su dominio del Capitolio, para que no caigan en la tentación de sabotear su iniciativa buscando más sanciones. “La cuestión en juego aquí es mucho mayor que unas políticas”, les dijo. Si esa disputa partidista frustra esta tentativa (se ha de seguir profundizando hasta la firma final prevista en junio), “la culpa recaerá sobre Estados Unidos por el fallo de su diplomacia internacional”, avisó.
¿Su iniciativa? A diferencia de las dos guerras que heredó, en Iraq y Afganistán, el asunto Irán, y por encima de Cuba, es su gran huella en la agenda internacional de sus dos mandatos.
El discurso de este jueves fue, por encima de todas las otras menciones, una reivindicación propia y personal del riesgo que ha asumido al abrir el melón de las negociaciones con la república islámica. Los mandatarios iraníes personifican el mal en general, en especial para los conservadores estadounidenses, aunque, como bien recordó Obama, la ma- yoría del país apoya negociar.
Reivindicó su papel desde la perspectiva. Al llegar a la Casa Blanca, Irán operaba miles de centrifugadoras con las que podría llegar a producir el arma atómica. Las sanciones, por sí solas, no paraban ese proceso.
Se encontró en la encrucijada y optó, como otros predecesores, por la diplomacia. Ahí está John Kennedy y sus negociaciones en la crisis de los misiles de 1962. O, en plena guerra fría, el ejercicio que realizaron Richard Nixon o Ronald Reagan para alcanzar tratados de desarme con la Unión Soviética, en plena época de desconfianza. Tanta o mucha más de la que despierta ahora Irán.
Obama se encargó de romper el hielo al llamar por teléfono a su homólogo Hasan Rohani, en septiembre del 2013, tras concluir la Asamblea General de la
El presidente propició el acercamiento a Teherán por creer que o se pactaba o se iba a otra guerra
ONU. Y abrió una vía epistolar con el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei.
A medida que se acercaba este pacto preliminar, y aumentaba el nerviosismo de los republicanos, cada vez se reforzaba más el convencimiento de Obama. Como dijo este jueves sólo había tres soluciones que se resumen en dos: o acuerdo negociado o se bombardeaban las instalaciones iraníes y se empezaba otra guerra.
Por dos veces repitió la misma palabra: este es un entendimiento “histórico” y tenemos una oportunidad “histórica”. Los 18 minutos para un legado.