El debate electoral británico refuerza a los partidos pequeños
La escocesa Sturgeon eclipsa a Cameron y Miliband en un enfrentamiento a siete
El único debate televisado de la campaña electoral británica fue un triunfo de los partidos pequeños. En un país bipartidista por excelencia, los votantes descubrieron que hay vida más allá de conservadores y laboristas, que hay políticos que no aceptan el dogma de la austeridad y las imposiciones del sistema, y que no todo empieza y acaba con David Cameron y Ed Miliband. Los efectos a medio plazo podrían ser importantes.
Cierto que sólo el actual primer ministro y el líder de la oposición pueden ocupar el 8 de mayo el número 10 de Downing Street, pero los 46 millones de electores echaron un vistazo fugaz, en un debate a siete bandas, sobre lo que son las coaliciones a la escandinava. En los últimos cinco años ha gobernado una de dos partidos (conservadores y liberales), y es posible que los próximos cinco haya una de tres o cuatro.
Y no sería ni mucho menos el fin del mundo, como pudo comprobar la audiencia, porque las líderes nacionalistas de Escocia (Nicola Sturgeon) y Gales (Leanne Wood), y la de los Verdes (Natalie Bennett), estuvieron a la altura de los pesos pesados de la política británica, con un lenguaje mucho más fresco y menos encorsetado, ofreciendo alternativas progresistas al consenso neoliberal que llevó al mundo a la crisis financiera, y ha ocasionado una pseudorrecuperación con empleos mal pagados, en la que los ricos se han hecho más ricos y los pobres, más pobres.
Un éxito de los partidos pequeños, y también de la izquierda, porque esas tres mujeres desnu- daron la política de recortes y austeridad –de inspiración más ideológica que económica– de Cameron, defendieron con argumentos sólidos las teorías keynesianas de crecimiento a base de inversión y gasto público en vez de la obsesión con eliminar el déficit, criticaron el gasto desmesurado en armas nucleares, denunciaron la privatización de la sanidad y la medicina, pidieron más dinero para ayuda exterior y plantaron cara a Nigel Farage, el líder del ultraconservador UKIP, cuando atacó a los inmigrantes y se preguntó por qué un enfermo ex-
El liberaldemócrata Nick Clegg, el más estiloso y de mejor planta, recordó en sus intervenciones por qué fue el gran ganador de los debates del 2010, pero se encontró en la incómoda posición de atacar tanto a Cameron como a Miliband, y tener que defender al mismo tiempo la gestión (recortes incluidos) de un Gobierno del que ha formado parte durante cinco años. En el fondo, una misión imposible. Pidió perdón por sus errores y las promesas incumplidas, pero ha perdido la confianza del electorado.
Cameron y Miliband ignoraron a los demás y discutieron entre ellos, repitiendo lo mismo de siempre. Pero las encuestas tras el programa declararon a la independentista escocesa Nicola Sturgeon como la más convincente, y la ganadora del debate. Incluso entre los ingleses, que han empezado a entender por qué su socialdemocracia “nórdica” tiene tanto éxito al norte de la frontera.
Ofrecen un lenguaje más fresco y menos encorsetado, y huyen de la austeridad
Clegg tuvo que atacar a la vez a los dos grandes y defender su obra de gobierno
tranjero de sida puede recibir tratamiento gratuito en la sanidad pública del Reino Unido. “En circunstancias tan dramáticas –le respondió la galesa Wood–, mi prioridad son las consideraciones humanas y no el dinero”.
Cameron y Miliband afrontaron el debate como si fuera un anuncio publicitario del partido, recitando las frases y las cifras que les habían proporcionado sus asesores. El primer ministro pidió “cinco años más para no dejar la casa a medias y terminar el trabajo”, hurgando en la percepción popular de que el Labour es un pésimo gestor de la economía. Y el líder laborista se ofreció a hacer recortes, “pero de manera más humana”, y compensar subiendo los impuestos a los ricos.