El voto que duele
Dales donde más les duele. Vota a Herri Batasuna”. Este fue el lema de campaña utilizado por la izquierda abertzale en las elecciones europeas de 1987, un lema que tuvo éxito y que llevó a las urnas una abundante bolsa de votos con las siglas de HB.
Los estrategas de este partido buscaron cómo movilizar fuera del País Vasco los votos que necesitaban para enviar un representante a Estrasburgo. No podían recurrir a la argumentación típica del nacionalismo como hacían en casa y pensaron en atraer al voto cabreado, a los que rechazaban el sistema, a los que se situaban en la radicalidad y a los que no se sentían representados con el arco parlamentario tradicional. HB se presentó entonces como el voto útil de los que combatían al poder y funcionó, especialmente en Catalunya.
Con Podemos está ocurriendo ahora algo parecido: se ha convertido en el polo de atracción de los cabreados, que son muchos a causa de la crisis económica. Además, las expectativas de éxito del partido de Pablo Iglesias son tantas que darle su apoyo se convierte en un ejercicio de voto útil. Después de las elecciones europeas y las andaluzas el voto a Podemos no es un ejercicio testimonial o simbólico, como ha sido el apoyo dado a otros grupúsculos de extrema izquierda, sino un voto que puede condicionar el escenario político y la tarea de los gobiernos y, por tanto, tiene una dimensión práctica clara.
La capacidad de Podemos para atraer el voto cabreado rompe los esquemas al president Artur Mas
Ofrece una perspectiva eficaz de cambiar las cosas.
Esa capacidad de Podemos para atraer el voto cabreado es lo que le rompe los esquemas en Catalunya al president Artur Mas, que ve en el partido de Iglesias un obstáculo para el proceso soberanista. Hasta la aparición de Podemos, una parte notable de ese voto cabreado con la crisis y con la incapacidad del Estado para controlarla se había canalizado en Catalunya a través del movimiento soberanista dándole un alcance que nunca había tenido en el pasado. Podemos desvía ese voto del camino de la confrontación nacionalista y lo instala en la confrontación ideológica tradicional, de izquierda-derecha, y al hacer esto debilita la apuesta soberanista.
Ese fenómeno no ocurre sólo en Catalunya, ya que las encuestas reflejan que también en el País Vasco Podemos arrastra apoyos del campo nacionalista, especialmente de los que iban a la izquierda abertzale. La entrada de Podemos en esos espacios políticos no se hace a costa de los electores ideológicamente nacionalistas sino de aquellos otros que, sin serlo, habían respaldado el movimiento soberanista en los últimos años porque percibían que el Estado había dejado de ser útil para protegerles de la crisis o para ayudarles en momentos de dificultad.
Aquellos que quieren castigar al Estado por la crisis, a los gobiernos de España o al sistema de los partidos tradicionales, en general, han encontrado que el voto a Podemos puede doler más que el voto a Mas, a ERC y a todo el movimiento soberanista. Ese cambio de voto provoca, de rebote, el cambio de los términos del debate público.