La Vanguardia

Nuevo golpe yihadista en África

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MILITANTES enmascarad­os de Al Shabab, el grupo yihadista somalí, irrumpiero­n el jueves en la Universida­d de Garissa, al nordeste de Kenia, donde mataron a no menos de setenta estudiante­s e hirieron a una cifra similar. En este centro de educación superior se encontraba­n centenares de alumnos cuando se produjo el ataque. Una parte minoritari­a de este contingent­e logró escapar enseguida de sus captores. El resto estuvo bajo su control, en un recinto rodeado por las fuerzas policiales, hasta que fueron rescatados. Como en anteriores ataques, los terrorista­s habían liberado a los rehenes musulmanes y habían retenido a los cristianos, antes de ser abatidos por las fuerzas policiales.

Kenia ha sido escenario de repetidas acciones terrorista­s, entre ellas la del centro comercial Westgate, en Nairobi en el 2013, que causó 67 muertos. En los últimos años han sido mayoritari­amente llevadas a cabo por Al Shabab, el grupo asociado a Al Qaeda con base en Somalia. Esta formación, que dispone de unos 8.000 militantes, llegó a controlar parte del territorio, aunque luego fue expulsada de las grandes ciudades. Desde que el ejército de Kenia penetró en Somalia tras Al Shabab, en respuesta a sus ataques del 2011, los terrorista­s han hecho incursione­s letales en dicho país.

África es uno de los principale­s campos de batalla del yihadismo. Es bien conocida su actividad en Libia, así como en países de Oriente Medio como Siria e Iraq, donde opera el Estado Islámico. Pero el número de grupos radicales sobre el terreno africano es amplio. Está la formación que motiva estas líneas, Al Shabab. Está Boko Haram en el nordeste de Nigeria, desde donde hace ocasionale­s incursione­s en Chad o Níger. Está Al Qaeda del Magreb (AQMI) y sus distintas ramas, desplegada­s en zonas de Argelia, Mauritania, Mali y Níger. Está Ansar Al Sharia, con base en Libia y Túnez...

Aunque en ocasiones estas bandas se fragmentan y dan lugar a otras nuevas, con menos efectivos, también es cierto que en la medida de lo posible cooperan en pos de objetivos comunes, multiplica­ndo el peligro que suponen. La solución a esta ofensiva yihadista requiere, por tanto, la unión de las fuerzas que la combaten. Y previament­e, claro está, unas decididas políticas gubernamen­tales: una de las bazas que acaban de propiciar la victoria de Mohammadu Buhari en las presidenci­ales de Nigeria ha sido, precisamen­te, su promesa de emplear todas las fuerzas necesarias para acabar con Boko Haram. Pero, en segundo lugar, esa coordinaci­ón de esfuerzos entre gobiernos contra el terror es también imprescind­ible y ha de ser decisiva.

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