La Vanguardia

El lamentable caso del Audi Q7

- Quim Monzó

El fin de semana pasado, Podemos Calvià celebró un proceso de primarias para decidir qué lista de candidatos será la que finalmente presentará a las elecciones municipale­s. Ganó la que había confeccion­ado Ainhoa Barajas, que consiguió doblar en número de votos a la de su contrincan­te. Según explica El Mundo con fruición, el escándalo ha saltado cuando Ainhoa Barajas fue a votar, al núcleo de Galatzó, al volante de un Audi Q7, un vehículo que –nos informan acto seguido– es de gama alta y tiene, en el mercado, un precio que oscila entre los 50.000 y los 80.000 euros. Poca broma.

¿Qué problema hay en ir a votar a unas primarias de Podemos al volante de un Audi Q7? Pues que no queda bien. Ainhoa Barajas es hija de la última alcaldesa socialista de Calvià, Margarita Nájera, que ejerció el cargo hasta el 2003. Las malas lenguas dicen que esa familia forma un clan que, habiendo perdido el PSOE buena parte del poder que había tenido años atrás, ahora, sin marcharse del todo del PSOE, intenta acercarse al emergente Podemos, a ver qué puede sacar. Han participad­o tanto en asambleas previas como en el proceso de primarias. La misma Marga-

¿Qué problema hay en ir a votar a unas primarias de Podemos al volante de un cochazo?

rita Nájera estuvo presente en una asamblea de Podemos mientras aún mantiene un pie dentro del PSOE. El diario explica que muchos podemistas se sienten “estafados” y “manipulado­s”, que los hay que ya han decidido no votar el 24 de mayo a la plataforma ciudadana que ellos mismos han ayudado a crear, y pone en boca de uno de ellos: “Han arrebatado por completo el espíritu de Podemos para devolver a Calvià lo peor del najerismo”.

Esta polémica recuerda la que en los años setenta surgió cuando corrió el rumor de que el cantante Raimon tenía un cochazo. No sé si lo tenía o no, pero no conseguí ver nunca dónde radicaba el problema. Eran años de pantalones de pana y macutos, y de hacerse el pobre aunque no lo fueses. Cualquier coche que fuese más allá del vil utilitario estaba mal visto. Pero si Raimon había podido pagárselo –¡nadie se lo había regalado!– y era, además, un hombre que no paraba de ir arriba y abajo del país para dar conciertos, ¿por qué no podía tenerlo?

Pues lo mismo pasa con el Audi Q7 de esa militante de Podemos. Si tiene uno, ¿qué quieren que haga? ¿Que lo esconda en el garaje y utilice un Simca 1000 de tercera mano, para que no la critiquen? Sería como lo que hacía don Alejandro Lerroux, que cuando venía de Madrid a Barcelona en ferrocarri­l, comía en el vagón restaurant­e y se ponía las botas. Pero cuando el tren se acercaba a Barcelona, se iba a tercera clase, sacaba un bocadillo miserable y, cuando abría la puerta para bajar al andén, lo mostraba a sus fervorosos seguidores: “¡He aquí mi cena de hoy, compañeros!”. Ha pasado casi un siglo y los hay que aún no han aprendido que, casi siempre, por mucho que la quieran tapar, la impostura acaba saliendo a la luz.

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