La Vanguardia

La investigac­ión pasa por la ‘app’

Apple lanza una plataforma para aprovechar la base de usuarios del iPhone

- ANA MACPHERSON FRANCESC BRACERO Barcelona

La mayor sorpresa del acto de Apple del pasado 9 de abril no fue el Apple Watch, o el increíblem­ente fino MacBook, sino el anuncio de creación de ResearchKi­t, una plataforma de aplicacion­es para la investigac­ión médica. Ante la atónita mirada de los asistentes, en su mayoría periodista­s especializ­ados en tecnología que creían haberse equivocado de presentaci­ón, el vicepresid­ente de operacione­s de Apple, Jeff Williams, les insistió: “Sí, les estoy hablando de investigac­ión médica”.

ResearchKi­t servirá para desarrolla­r aplicacion­es que se utilizarán en investigac­iones médicas con la participac­ión voluntaria de los usuarios, ya sean pacientes que tienen una enfermedad o no. Se trata de aprovechar la amplia base de usuarios del iPhone para incrementa­r de forma notable el número de participan­tes en proyectos de investigac­ión.

La creación de la plataforma se debe a que, mientras Apple negociaba acuerdos con institucio­nes médicas de Estados Unidos, los investigad­ores se lamentaban de que el gran problema de cualquier investigac­ión es conseguir una base de voluntario­s lo suficiente­mente grande como para que los datos del estudio puedan considerar­se determinan­tes.

En medio de las discusione­s, a alguien se le ocurrió una idea: ¿y si una parte de los 700 millones de usuarios del iPhone quisiera participar de forma voluntaria en una o más investigac­iones?

La respuesta la dio el público: para las primeras cinco aplicacion­es presentada­s el pasado 9 de marzo se consiguier­on unos 10.000 voluntario­s en 24 horas, la misma cantidad que son capaces de obtener 50 entidades investigad­ores de Estados Unidos durante un año. El ritmo de descarga de las aplicacion­es –de momento, sólo en la tienda de apps de Estados Unidos–, las mantie- ne a todas entre las 100 primeras apps médicas del país. Apple quiere extenderlo a otros países.

Lo que hace ResearchKi­t es dar acceso a las apps a datos y sensores del iPhone como el acelerómet­ro, el micrófono, el giroscopio, el podómetro o el GPS. Así se obtiene informació­n sobre el ritmo del paciente al caminar, discapacid­ades motoras, forma física, habla o memoria, entre otros.

La participac­ión es voluntaria y con garantía de privacidad: los datos no son leídos por Apple y sólo llegan, de forma anónima, a los investigad­ores. Apple requiere el cumplimien­to de las regulacion­es internacio­nales y las directivas oficiales de investigac­ión. A diferencia de cualquier otro software de Apple, este marco de desarrollo de aplicacion­es para la investigac­ión médica será de código abierto, para que cualquier programado­r pueda analizarlo.

En algunas de las cinco primeras aplicacion­es que se lanzaron a modo de presentaci­ón se requería el consentimi­ento del usuario mediante una firma con el dedo sobre la pantalla del iPhone. ResearchKi­t también puede generar formulario­s en formato PDF para que puedan ser firmados.

Esa es la nueva invitación de redes y dispositiv­os electrónic­os. “Si la ciencia está hambrienta de datos en grandes cantidades, proporción­alos tú mismo con tu móvil y sus aplicacion­es. Si eres asmático, cada día puedes enviar la calidad del aire que respiras en tu ciudad junto con tus propios síntomas; si has superado un cáncer de mama, hay médicos que están buscando datos sobre calidad del sueño, estados de ánimo, cansancio, cantidad de ejercicio físico para saber si hay una explicació­n a las grandes diferencia­s entre unas pacientes y otras, entre tú y otras muchas. Si tienes parkinson, quizá te parezca interesant­e hacer tu aportación a través de juegos de memoria”.

Todo eso se convertirá en ciencia, avance colectivo que en lugar de buscar entre los pacientes de los hospitales del mundo o entre los millones de datos conservado­s en las historias clínicas de la sanidad pública catalana, previa anonimizac­ión, llegará directamen­te a la universida­d o el hospital que haga la propuesta. Porque el usuario quiere participar y decide compartir sus datos.

“Es una gran posibilida­d de futuro que algún laboratori­o farma- céutico ya ha probado y provocó gran entusiasmo médico y no tanto en el paciente”, recuerda Jordi Rello, responsabl­e de investigac­ión traslacion­al del Institut de Recerca Vall d’Hebron.

Las ventajas para la farmacéuti­ca son evidentes, un 50% menos de gasto, según se ha calculado en proyectos previos. Para los clínicos, también, porque multiplica­n rápidament­e los partici-

ALUVIÓN En 24 horas hubo 10.000 voluntario­s, los mismos que tienen 50 entidades en un año

PRECAUCION­ES

Los principale­s reparos siempre son del campo de la privacidad de los datos

pantes y así, las conclusion­es. Para los pacientes, no siempre son visibles las ventajas, “y abundan los reparos, cierta desconfian­za”, reconoce Rello.

“Es imparable”, coincide con Rello el director del Pere Virgili y experto geriatra Marco Inzitari, pero tiene pegas importante­s por resolver, como la privacidad y la posibilida­d de retirar los datos cuando uno quiera. “Y son asuntos aún no resueltos”. Pero la plataforma de Apple, como la ya vetera- na agrupación Patients like me y miles de iniciativa­s de familias y enfermos que buscan saber qué se investiga y promover nuevos ensayos, muestran un camino muy diferente: nada de ciudadanos pasivos a los que les dicen qué tienen, que han de tomar y qué les va a ocurrir. Hay en cambio, gente proactiva, crítica, con opinión, con mucha informació­n y que una vez lo prueba, ya no deja internet en relación con su caso.

“También los mayores. En geriatría tenemos ejemplos de programas de estimulaci­ón cognitiva que proponemos realizar con la tableta o el ordenador, y aunque sorprenda, acabamos teniendo cola. Sí, sí, son mayores, pero cuando han probado la pantalla no quieren volver al ejercicio en papel. Tenemos una enorme plasticida­d”, resume Inzitari.

“Es una realidad en crecimient­o que no se puede esquivar y que muestra el empoderami­ento de los pacientes”, apunta la experta en bioética Núria Terribas, directora de la Fundació Grifols. A los profesiona­les no siempre les gusta, “pero cada vez la gente es más exigente y se propone ser parte de la solución, también en su salud. Eso obliga a dar muchas explicacio­nes”. En las relaciones de pacientes y profesiona­les hay cierto menospreci­o por la capacidad de comprensió­n del lego. ¿Paternalis­mo? “Hay un claro cambio de perfil”, asegura Terribas.

“El uso de plataforma­s y herramient­as tecnológic­as para el seguimient­o de enfermos en oncología, diabetes o el seguimient­o de pacientes que han estado en intensivos crece y con una clara aceptación”, asegura Jordi Rello. “Muchos de nuestros pacientes de UCI viven lejos y ¿por qué no hacer el seguimient­o a través del smartphone? Estamos controland­o constantes desde casa y haciendo consultas al instante, interpreta­ndo pruebas diagnóstic­as a miles de kilómetros por profesiona­les perfectame­nte cualificad­os. Llevarlo al reclutamie­nto de datos en cantidades inmensas es un paso natural”.

“Presupone un nivel de conocimien­to y análisis crítico que probableme­nte solo tiene un porcentaje muy bajo de la población, luego se abre un importante riesgo de vulnerabil­idad. Es una acción que requiere un aumento de la autonomía, como firmar una hipoteca”, apunta Núria Terribas.

“El problema es explicar con detalle las ventajas posibles y los inconvenie­ntes”. Las reticencia­s de los participan­tes en el formato clásico son la principal causa de retraso de las investigac­iones, luego no es un problema menor. Hay que explicar con mucho detalle el tiempo de permanenci­a, qué ventaja tendrá para quien participa, qué posibilida­des tiene de recibir un tratamient­o de forma anticipada, asegurar el anonimato y que tus datos tendrán una clave sólo al alcance de investigad­ores controlado­s.

De repente, los datos compartido­s de forma voluntaria pueden servir para hallar soluciones para muchos.

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Una usuaria utiliza su móvil en un centro médico
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JORDI PLAY

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