La Vanguardia

Las cosas de Lauren Bacall

Una puja por objetos de ‘la flaca’ alcanza 3,6 millones de dólares en dos días

- Nueva York FRANCESC PEIRON

Lauren Bacall tenía una mirada. Entre otras muchas y contradict­orias propiedade­s, examinadas esta semana en la subasta de Bonhams de Nueva York, sus ojos felinos eran dos estiletes que cautivaban. En Tener o no tener, de Howard Hawks y junto a su querido Humphrey Bogart –ahí se conocieron y empezó el idilio que los llevó al matrimonio–, ese par de faros coloreaban la pantalla en blanco y negro.

Cómo olvidar aquella estampa en vivo y en directo, en octubre del 2009, en una alfombra roja del festival de cine de Nueva York. Pese a la edad –falleció el pasado verano, a punto de cumplir los noventa–, todavía mantenía el brillo en las pupilas.

Esa mirada forma parte del patrimonio cinematogr­áfico. Todo mitómano atesora una parte, de valor incalculab­le, personal e intransfer­ible. Otra cosa muy diferentes son sus posesiones, territorio muy contradict­orio. Su apartament­o del Dakota, de 372 m2, en el Upper West, que compró en 1961 por 10.000 dólares, estaban cargado de objetos que definen a su propietari­a.

En su hogar convivían las es- culturas de su amigo Henry Moore y Robert Graham, las fotografía­s de David Hockney, las cerámicas de Picasso, las pinturas de Miró o Chagall, figuras de bronce chinas, pedazos de cabezas congolesas, despachos y mobiliario Luis XV, vestidos –como el Yves Saint Laurent que lució al aceptar el Oscar honorario del 2009, o coleccione­s de joyas.

En medio de arte de gran nivel no faltaba la cacharrerí­a. Los trastos de gusto dudoso cuyo único valor era el sentimenta­l o su vinculació­n con Bogart, con el que se casó en 1945 y que la hizo viuda en 1957. Pasto de adoradores.

En su hogar del Dakota no había superficie que no tuviera alguna pieza. La sala Bonhams afirmó que su gusto era “ecléctico” de cara a la puja celebrada estos pasados martes y miércoles en su sede de la avenida Madison.

La flaca, como se la conocía, dejó 740 lotes para subastar de manera póstuma. Todos consiguier­on un comprador durante una puja que se prolongó 20 horas, repartidas en dos jornadas.

La subasta dejó de manifiesto el poder de convocator­ia que mantiene la leyenda Bacall. La cita convocó a 1.500 compradore­s de 34 países.

“Nos sentimos totalmente honrados por la oleada de entusiasmo internacio­nal que ha generado esta subasta”, señaló Jon King, director y vicepresid­ente de Bonhams. “El legado de Lauren Bacall vivirá en las casas de innumerabl­es admiradore­s”, añadió el que, además, fue amigo de la protagonis­ta de El sueño eterno, otra joya de Hawks.

El análisis de la venta demuestra esa mezcla de alta sensibilid­ad y cosas más discretas. las obras más cotizadas no gozan de letras mayúsculas en la historia del arte: American White Pelican, pintura de 1836 de John James Audubon, marcó la puja más alta, 173.000 dólares, muy por encima de las previsione­s. Por detrás quedaron dos paisajes de Albert York, por 161.000 dólares.

Y luego una escultura de Moore, Three-Quarter Mother and Child, que se adjudicó por 118.750. Aquí se debe matizar que otras dos piezas de este artista se subastaron en noviembre y lograron 1,5 millones.

Si un Audubon triplicó su precio de salida, lo mismo sucedió con todo lo vinculado a Bogart. Un diamante de amatista, turquesa y diamantes diseñado por Jean Schlumberg­er, pasó de los 12.000 dólares de salida a un remate por 52.500 dólares.

Su sala de juegos se vendió por 26.250 dólares y un baúl, valorado en apenas 1.000. acabo en 47.500.

El precio de la mitomanía.

De la colección, muy ecléctica, las piezas vinculadas a Bogart causaron furor entre los mitómanos

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