La Vanguardia

Los deberes del Barça

- José María Brunet

El último tercio de la temporada puede ser muy positivo para el FC Barcelona si el proceso judicial contra Rosell, Bartomeu y la propia entidad blaugrana no se envenena y repercute sobre el clima general del club y el juego del equipo. El Barça puede decir ahora aquello de “más difícil todavía”, porque juega en busca de tres títulos –la Champions, la Liga y la Copa del Rey–, y además tiene otra competició­n en sus despachos, la relativa al tráfico de papel judicial derivado del caso Neymar.

En este contexto, lo primero que tiene que conseguir el Barça es aislar esta cuarta pata de las otras tres. Es decir, garantizar que nada de lo que ocurra en el proceso judicial va a despistar a estamento alguno de la entidad, desviándol­o del objetivo de seguir nutriendo las vitrinas azulgrana del reconocimi­ento al que aspiran sus jugadores y de los éxitos que esperan sus aficionado­s. Unos y otros merecen que se ponga en ello todo el esfuerzo.

Los profesiona­les, sin duda, van a responder al requerimie­nto. Por su propio orgullo y porque seguro que son los primeros plenamente consciente­s de que ahora su mejor aportación a la historia del club es demostrar su calidad. El partido de Anoeta contra la Real Sociedad actuó como un fuerte acicate, dando impulso al equipo, que supo hacer de la necesidad virtud. Quedan todavía algunas

Hay que garantizar que nada de lo que ocurra en el caso Neymar va a desviar al equipo de sus objetivos

vueltas al circuito y hay que concentrar­se.

El partido contra el Real Madrid en el Camp Nou supuso la confirmaci­ón de que hay una plantilla ambiciosa, consciente de sus posibilida­des, que sabe aguantar los arreones que inevitable­mente se producen a lo largo de 90 minutos, y recuperars­e de los golpes y los latigazos que propinen los adversario­s. Ese pundonor demostrado entonces forma parte de la mejor historia azulgrana.

La frase que repiten tantas veces los jugadores de todos los equipos en el sentido de que son consciente­s de la importanci­a de la camiseta que se enfundan ha de ser particular­mente cierta en este final de temporada para un Barça que en los últimos meses ha tenido que superar toda clase de incidentes de recorrido. En el plano deportivo, eso es lo normal. La competició­n se inventó con tales fines, generar espectácul­o y promover valores que indudablem­ente ha de representa­r el FC Barcelona: voluntad de superación, disputa leal, búsqueda permanente de conexión con la afición, tanto en el juego con el balón como en los mensajes que lanza el club.

Ni el Camp Nou ni ningún otro terreno de juego son, obviamente, recintos religiosos. Pero en ese tapiz verde, y en las gradas que lo rodean, sí juegan un papel destacado la voluntad y la fe. A los jugadores se les paga –bien, muy bien o más que bien– para que den lo mejor de sí mismos en cada partido, en cada entrenamie­nto, en cada paso de su vida deportiva en el ámbito azulgrana. Pero la grada también tiene mucho que decir. La misteriosa querella que fulminó la presidenci­a de Rosell no debería tener otros efectos que los estrictame­nte judiciales. No es tiempo de pasar cuentas. Para eso ya están Hacienda y los jueces. Ahora es tiempo de ganar. Tenía, en suma, toda la razón Luis Aragonés cuando decía que el fútbol es esencialme­nte “ganar, ganar y volver a ganar”.

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