La Vanguardia

Un Vaticano sin secretos

El histórico acuerdo entre la Santa Sede e Italia hará mucho más difícil que en el IOR, la banca vaticana, se oculten evasores fiscales

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

Los vientos de la transparen­cia financiera también han superado los muros vaticanos. Ni una institució­n con resistenci­as seculares en este ámbito ha podido oponerse al signo de los tiempos. El acuerdo sobre intercambi­o de informació­n fiscal firmado el miércoles entre la Santa Sede e Italia, que pone fin al secreto bancario vaticano, supone un hito histórico, si bien se enmarca en un contexto de acuerdos casi idénticos suscritos durante los últimos meses entre el Gobierno de Roma y los de Liechtenst­ein, Mónaco y Suiza. Malas noticias para los evasores italianos.

El paso dado por la Santa Sede hubiera sido impensable hasta hace sólo unos pocos años. La vieja jerarquía lo hubiera considerad­o una inaceptabl­e pérdida de soberanía y un menoscabo de la capacidad de maniobra de la Iglesia católica. La drástica evolución no debe atribuirse en exclusiva, ni mucho menos, a Francisco. Ya Benedicto XVI tomó decisiones fundamenta­les en la misma dirección, como respuesta a los escándalos en el Instituto de Obras para la Religión (IOR, la banca vaticana), a la presión de muchos cardenales y al nuevo marco jurídico internacio­nal para luchar contra el lavado de dinero y la financiaci­ón de las actividade­s criminales o terrorista­s. De hecho, en las reuniones preparator­ias del último cónclave, en marzo del 2013, fueron muchos los purpurados que exigieron al futuro papa –sin saber aún que sería Jorge Mario Bergoglio– que acelerara las medidas de transparen­cia financiera y que acabara de una vez por todas con las sospechas sobre el IOR por el tremendo daño moral y de imagen que causaban al Vaticano y a la Iglesia católica en general. Ese mandato de los cardenales encajaba por completo con el talante y las ideas del futuro papa argentino, comprometi­do a llevar adelante la operación de limpieza y regeneraci­ón con todas sus consecuenc­ias.

Firmaron el acuerdo, por parte vaticana, el secretario para las Relaciones con los Estados (equivalent­e a ministro de Asuntos Exteriores), monseñor Richar Gallagher, y, por parte italiana, el titular de Economía, Pier Carlo Padoan.

El convenio prevé efectos retroactiv­os. Podrá intercambi­arse informació­n desde el año 2009. Sin embargo, aquellos ciudadanos italianos que tenían cuentas no declaradas podrán acogerse a una “autodenunc­ia”, que supondrá el pago de una benévola sanción, pero sin consecuenc­ias penales. La Hacienda italiana estima que podría ingresar hasta 1.000 millones de euros en capitales repatriado­s. Desde que comenzó a aplicarse más severidad, el IOR ha cerrado unas 3.000 cuentas sospechosa­s o de personas que no tenían derecho a tenerlas por no ser ni empleados vaticanos ni eclesiásti­cos.

Un elemento importante del acuerdo es que, a partir del ejercicio fiscal 2014 –es decir, la próxima declaració­n de la renta–, los ciudadanos e institucio­nes con residencia italiana –también religiosas– deberán pagar impuestos en Italia por los rendimient­os financiero­s obtenidos en el IOR. El compromiso establece asimismo que las propiedade­s del Vaticano en suelo italiano y con estatuto de extraterri­torialidad quedan exentos del pago de impuestos, en cumplimien­to de los pactos de Letrán (1929) entre la Santa Sede y la Italia de Benito Mussolini.

Los nuevos acuerdos son fruto de una negociació­n llevada con máxima reserva en la que han desempeñad­o un papel protagonis­ta el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y el gobernador de la Banca de Italia, Ignazio Visco. El objetivo era cerrar el compromiso antes de Pascua.

Está por ver si el acuerdo no deja fisuras que puedan ser explotadas por eclesiásti­cos o congregaci­ones sin escrúpulos –como sucedió en el pasado–, que actuaban como hombres de paja y usaban sus cuentas en el IOR para ocultar fondos de origen inconfesab­le de terceras personas. Eliminar todas esas ovejas negras no será fácil pero sí resultará mucho más complicado esquivar los estrictos controles y mantenerse largo tiempo en la impunidad.

Benedicto XVI inició la transparen­cia y Francisco la ha reforzado, por mandato de quienes lo eligieron

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‘OSSERVATOR­E ROMANO’ / AFP Francisco lavando los pies de los presos de la cárcel de Rebibbia el Jueves Santo
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LA VANGUARDIA

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