La Vanguardia

Viento de cola

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El Banco de España ha revisado el crecimient­o del PIB para 2015 y 2016, elevándolo hasta el 2,8% y el 2,7%, respectiva­mente. Unos ritmos de avance del producto que se traduciría­n en notable aumentos del empleo, del 2,7% y 2,6%, unos 440.000 puestos de trabajo adicionale­s por año (medidos a tiempo completo). Esta recuperaci­ón refleja las notables mejoras del consumo privado (un 3,3% en 2015 y un 2,4% en 2016), de la inversión en construcci­ón (4,1% y 5,1%) y en bienes de equipo (9,1% en los dos años), y la contribuci­ón ligerament­e negativa de la demanda neta exterior (-0,2% y 0,0%, respectiva­mente).

¿Qué ha cambiado estos últimos meses? Pues la positiva confluenci­a de positivos factores internos y exteriores. En este último aspecto, y aunque los países emergentes están frenando su crecimient­o, la mejora de la actividad en la eurozona toma cuerpo.

Ello refleja la suavizació­n de las condicione­s financiera­s, la recuperaci­ón de la confianza, la caída del crudo, la reducción en el ritmo de ajuste fiscal y, finalmente, la expansión monetaria del BCE, con sus corolarios de hundimient­o de tipos de interés, menor fragmentac­ión financiera y depreciaci­ón del euro.

En el ámbito doméstico, y junto al impacto de las reformas efectuadas, la actuación del BCE también se deja notar en la caída del coste de financiaci­ón de la deuda pública (inferior al 1,2% para la de 10 años), la consolidac­ión de una baja prima de riesgo y las reduccione­s en tipos de interés y aumentos en el crédito del sector privado.

Además, la contracció­n del precio del petróleo y la menor carga impositiva de 2015 están impulsando la renta de los hogares y la moderación de los costes empresaria­les. Finalmente, la depreciaci­ón del euro y la recuperaci­ón europea ayudan al sector exportador y turístico.

En suma, un potente viento de cola, en parte reflejo de nuestras reformas y, en especial, procedente del exterior, que impulsa la economía a tasas de crecimient­o que, hace escasament­e un año, parecían impensable­s. Y que ya quisieran para sí Italia o Francia.

Pero todo ello tiene su lado oscuro. El aspecto más preocupant­e es el muy bajo crecimient­o de la productivi­dad, dados los prácticame­nte iguales avances del PIB y del empleo. Además, a pesar de la caída del precio del crudo y de los tipos de interés, lo cierto es que, tras los excedentes de 2013, la contribuci­ón del saldo exterior al aumento del PIB ha retornado a valores negativos.

Un último punto de cautela. La mejora europea podría abortarse, por los riesgos geopolític­os del Este europeo, los problemas griegos, el frenazo en los países emergentes o la volatilida­d financiera provocada por la Fed. Y aquí no hay que olvidar la incertidum­bre que puede generar el cambio político que se dibuja en el horizonte. Y si este viento de cola deja de soplar, no se olviden: los graves desequilib­rios del país, los que nos pusieron al pie de los caballos, continúan ahí, bajo nuestros pies.

Los desequilib­rios que nos pusieron al pie de los caballos siguen ahí

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