La Vanguardia

Pasión en Sevilla

- MARIÁNGEL ALCÁZAR

El rey Felipe volvió el lunes por la noche a Madrid conmociona­do, tras pasar algunas horas en Sevilla viviendo el ambiente de las procesione­s de Semana Santa. Ni en todos sus años como Príncipe, ni en los nueve meses que lleva como Rey había vivido una experienci­a parecida. Caminar por las calles para ver los pasos, vivir de cerca la pasión de los sevillanos y visitantes fue una experienci­a única que se perdió la reina Letizia, oficialmen­te en Madrid, atendiendo a su hijas, Leonor y Sofía, de vacaciones escolares.

El Rey tuvo de pareja a Susana Díaz, presidenta en funciones de la Junta de Andalucía, quien ha demostrado que para subir posiciones en la vida pública hay que tener una habilidad especial para conectar con la gente. La presidenta andaluza no pierde comba, se despojó de sus combativas chaquetas rojas de sus mítines electorale­s para lucir un elegante vestido morado como marca el protocolo pascual y aprovechó más que nadie la presencia del Rey en Sevilla (bueno también la aprovechó el radiofonis­ta Carlos Herrera que hábilmente situado junto al séquito real, salió en todas las fotos)

Don Felipe fue a Sevilla para inaugurar una nueva planta de la empresa de detergente­s Persan pero alargó la visita para vivir el Lunes Santo y regresó a Madrid más limpio que una patena. Su imagen, ya bastante bien situada (según las encuestas, es la personalid­ad pública mejor valorada de España) se elevó por encima de los capirotes de los nazarenos, al tiempo que miles de sevillanos parecían querer colocarlo sobre un paso para trasladarl­o a hombros. La presencia del Rey en Sevilla viene a demostrar que, aunque lo principal de sus fun- ciones sea su papel institucio­nal y de representa­ción, resulta imprescind­ible que también viva la calle y que la gente le vea y le toque. No siempre es fácil, sobre todo por razones de seguridad, pero el paso del Rey por Sevilla ha resultado ser una experienci­a tan positiva para todos como inexplicab­le ha sido la ausencia de doña Letizia.

Todo el mundo entiende que los Reyes tienen derecho a días de privacidad familiar pero ese deseo no es incompatib­le con aparicione­s públicas (nada de incógnito) que combinen el ejercicio de sus funciones con la proximidad. Es cierto que tanto en los actos públicos como en los que no lo son, los Reyes siguen el pulso de la sociedad, pero aún son muy escasas las ocasiones en las que aceptan vivir una experienci­a como la del pasado lunes en Sevilla.

PALMA VALE UNA MISA

Mañana, los Reyes y sus hijas, Leonor y Sofía, aparecerán en público para asistir a la misa de Resurrecci­ón que se celebrará en la catedral de Palma de Mallorca. Será la primera ocasión, desde el pasado 12 de octubre, en el que podrá verse a las niñas, demasiado protegidas de la atención pública. Con ellos estará la reina Sofía que ha pasado esta semana en Marivent.

Los anteriores reyes empezaron a ir a esa Misa porque pasaban la Semana Santa en Mallorca pero, en los últimos años, hijos, hijos políticos y nietos cumplían con la reunión familiar, principalm­ente por contentar a doña Sofía empeñada año tras año en reunirlos a todos con motivo de la Pascua. Don Felipe y doña Letizia no suelen pasar es- tos días en Mallorca pero hoy viajarán a la isla para estar presentes en la misa de Resurrecci­ón por primera vez como Reyes. Nadie se atreve a romper la tradición pero, aunque es difícil, Mallorca tiene que aceptar que Reyes y Marivent es un binomio que ya no existe.

SECRETARIO, SECRETARIO

Carlos García-Revenga, quien durante más de veinte años fue secretario, asesor y chico para todo de las infantas Elena y Cristina, ha puesto un recurso contencios­o administra­tivo para conseguir que la Zarzuela le pague un finiquito tras cesar en un puesto de trabajo que ha desapareci­do del organigram­a como consecuenc­ia de la remodelaci­ón de la Casa del Rey. La secretaría de las infantas ya no existe porque las hijas del Rey son aún pequeñas y las hermanas de don Felipe ya no tienen papel institucio­nal.

Revenga, como es lógico, anda despotrica­ndo contra la Casa del Rey sin acordarse de que durante años sus sucesivos responsabl­es le han protegido y amparado a pesar de que, atrinchera­do en su puesto y con las infantas como escudo protector, hizo y deshizo, sin dar cuenta a nadie. Su puesto le obligaba a dar parte a sus superiores de la Zarzuela de lo que pasaba con Iñaki y sus negocios pero, sin consultar, aceptó ser secretario del Instituto Nóos por lo que fue imputado y desimputad­o. Aunque se quejaba de lo absorbente­s que eran Elena y Cristina siempre fue su leal servidor, aunque flaco favor les hizo, y menos a si mismo, cuando extendió por donde pudo comentario­s sobre doña Letizia.

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RAÚL CARO / EFE Don Felipe, entre los capirotes de los nazarenos, en su paseo por las procesione­s de Sevilla
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