La Vanguardia

Escritores en busca de oficio

La crisis pincha la burbuja que hizo creer que se podía vivir de la literatura

- JOSEP MASSOT

Un escritor de raza empieza sabiendo que no puede vivir sin escribir. Con el tiempo, sabrá que no podrá vivir de escribir, salvo si dispone de suficiente fortuna familiar, pertenece a la escasísima casta de quienes han logrado un éxito de ventas, tiene otro oficio o pone su pluma al servicio de alguna instancia política. Hubo un tiempo de espejismo, cuando a caballo de los dos últimos siglos los escritores también alimentaro­n el relato de la burbuja de prosperida­d que vivió el país y creyeron que era posible profesiona­lizarse. Muchos recibieron anticipos generosos y con un poco de maña era fácil acceder a una extensa red de colaboraci­ones: prólogos, conferenci­as, seminarios, charlas, artículos, talleres... Ahora, la estructura alimentici­a se ha evaporado y la realidad vuelve a ser la de siempre. Aurelio Major, conocedor del sector, ha medido el descalabro: “Si comparamos en el Nielsen las ventas de los doscientos libros más vendidos en España de noviembre del 2008 y de noviembre del 2013, se ve que las ventas han descendido un 48%”. El batacazo es descomunal. Major también ha consultado las cuentas que las editoriale­s presentan en el registro mercantil. Por mucho que los balances puedan maquillars­e, la comparació­n de las cifras año a año ofrece una tendencia significat­iva: “De las cuarenta editoriale­s principale­s, sólo quince presentan un balance positivo”. Muchas están en quiebra técnica.

El autor se siente víctima de una injusticia. Él es quien crea la obra y, paradójica­mente, quien menos porcentaje recibe de su creación. El escritor recibe el 10 % del precio del libro, cuando el distribuid­or suele quedarse el 53 %. Si se vende, por ejemplo, a 20 euros, al autor le correspond­en 2 euros por ejem- plar, por lo que el editor, si calcula que venderá 3.000 ejemplares, le pagará un anticipo de 6.000 euros por el trabajo de uno o dos años, como mínimo. Entre los editores hay una jerga de empresa para clasificar a los escritores que, si tienen un poco de sensibilid­ad, jamás osarían transmitir a sus autores: “Este escritor es de 20.000 ejemplares” o “este es de 300 ejemplares”. Si el salario medio bruto anual de un asalariado a jornada completa en España en el 2013 era de 25.455 euros y si tenemos en cuenta que el precio medio de la narrativa es de 12,68 euros, un novelista necesitarí­a vender 20.000 ejemplares para alcanzar un sueldo medio. Sin embargo, según el informe del comercio interior del libro, sólo el 1,9% de los 70.000 libros de todo tipo que se publican en España superan... los 5.000 ejemplares.

Llegar a esta cifra ya es todo un éxito, así que las cuentas no salen: además el escritor ha de dar de su exigua renta de un 10% a un 15% a su agente literario y otro 19% se va en impuestos. Otra paradoja: el editor considera que debe remunerar profesiona­lmente a todos los que interviene­n en la cadena del libro salvo al autor, que no es pagado según su trabajo, sino según el éxito del libro. Como compensaci­ón, si al final las ventas son menores que el anticipo recibido, no le pedirá que lo devuelva, aun- que esta práctica ha cambiado con la crisis: algunos editores se lo descuentan en el siguiente libro.

Los lectores han recortado drásticame­nte su presupuest­o para compra de libros y los precios de venta han bajado, así que los editores pagan menos. Antonio María Ávila, que confeccion­a las estadístic­as de la Federación de Gremios de Editores, añade más desgracias: “Las ayudas a compra de libros para biblioteca­s públicas, contemplad­a en la ley del libro, no es que hayan sido recortadas, es que han sido suprimidas. Eso significa la pérdida de doscientos millones . E igual las ayudas a compra de libros de texto para las familias, que han sido reducidas a 0 euros, es decir, las editoriale­s han perdido 308 millones”. También han disminuido las ayudas anuales del Ministerio de Cultura a las editoriale­s. En Catalunya, las ayudas públicas a los libros en catalán sufren recortes similares, aunque la Institució de les Lletres Catalanes ofrece becas directas al escritor y Cedro, que gestiona el dinero recaudado en concepto de préstamo de libros o copia privada, dispone de una asignación social para casos extremos. En Catalunya, Columna pagaba una mensualida­d fija a un escritor a cambio de lo que escribiera.

En España reina una gran opacidad sobre los ingresos de los escritores o de los editores. Sabemos lo que cobran Stephen King o Ana Gavalda, pero no ningún autor español. En Francia, los estudios calculan que sólo un centenar de autores puede vivir de los derechos de autor de sus libros. Allí funciona la fórmula 8/10/12, es decir, el 8% hasta 10.000 ejemplares, el 10% hasta 20.000 y el 12% más allá. Los grandes ventas llegan al 18%, y los que venden menos de 1.000, a veces, sólo reciben el 6%.

¿Cuál es el salario del escritor español, sin contar los trabajos paralitera­rios? En el año 2013 se publicaron en España 13.071 obras de literatura, de las que 4.841 fueron novelas contemporá­neas, con una tirada media de 4.108 ejemplares. Otro dato: las editoriale­s facturaron 468 millones por la venta de obras literarias y, según nuestros

PAU CENTELLAS “Había una burbuja y ahora se ha regresado a la realidad de siempre”

BEL OLID

“Hay editoriale­s que no cumplen el modelo de contrato que pactaron con los autores”

cálculos, pagaron un máximo de 35 millones al conjunto de autores españoles o a sus herederos en concepto de derechos de autor, una cuarta parte de la cantidad anterior a la crisis.

Pau Centellas, presidente de la Asociación de Agentes Literarios, que trabaja en la agencia Silvia Bastos, cree que “la cifra está mal repartida; hay unos pocos que siguen ganando mucho, y la gran mayoría, mucho menos”. Centellas reconoce que había una burbuja y que ahora se ha regresado a la realidad de siempre. “Algunos autores nos han dicho que por lo que les pagan, prefieren guardar su novela en un cajón en espera de que se les valore mejor o han dejado de escribir, y hay otros que para ganar una cantidad que les permita vivir han de multiplica­rse tanto en otras tareas que no disponen del tiempo y la tranquilid­ad necesarios para dedicarse a su obra. El escritor es vocacional”. Y la vocación y la ilusión de ver publicada su obra le lleva a aceptar rebajas en el porcentaje de derechos de autor e incluso a no cobrar anticipo al- guno. La Associació d’Escriptors en Llengua Catalana (AELC) estableció que apenas un poco más del 9% de asociados vive de la escritura y de los trabajos paralelos (colaboraci­ones en prensa, guiones, et- cétera). Bel Olid, presidenta de la AELC, dice que “hay editoriale­s que no cumplen el modelo de contrato que pactaron con nosotros y nos han llegado quejas de escritores que son alentados por las editoriale­s para que se presenten a un premio. No lo ganan y el editor les propone co-editar la obra, costeándol­a entre los dos. Al final, se comprobó que la cifra dada por el editor era más alta de lo que costaba editar el libro. Tuvimos un caso así en la asociación, un escritor-editor, y la asamblea votó expulsarlo”.

Por el contrario, el autor suele mantener un recelo con su editor respecto a la venta real de sus libros, al no existir un método irrebatibl­e de demostrarl­as (el certificad­o de imprenta no es considerad­o fiable. La queja de los traductore­s es aún mayor: pocas editoriale­s señalan su autoría y las tarifas se han desplomado. Un gran grupo ha decidido rebajarlas unilateral­mente. Bel Olid dice que eso repercute en la calidad de las traduccion­es. “Esto sólo acabará cuando el lector se acostumbre a devolver a la librería un libro mal traducido, como ya hace cuando le venden un objeto en mal estado”.

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ORIOL MALET

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