La Vanguardia

No era un plan, sino un planazo

- Màrius Carol DIRECTOR

JOSÉ Antonio Griñán puso su mejor cara ante los medios de comunicaci­ón tras declarar en el Tribunal Supremo sobre el escándalo de los ERE: “No hubo un gran plan, pero sí un gran fraude”. Griñán, que fue el presidente andaluz entre el 2009 y el 2013 (y consejero de Economía los cinco años anteriores), negó que hubiera tenido conocimien­to del fraude, porque no le fueron remitidos los informes de la intervenci­ón general de la Junta de Andalucía, que advertían de irregulari­dades en los ERE. El expresiden­te se sacudió las pulgas de encima afirmando que su competenci­a era la gestión de los presupuest­os, pero no el control del gasto, que era responsabi­lidad directa de la Consejería de Empleo.

Cuesta pensar que desconocie­ra la existencia de documentos –o que nadie le avisara de su relevancia– como los elaborados por la Intervenci­ón. Y resulta más increíble que no sospechara del consejero sobre el que descar- ga la responsabi­lidad, cuando la prensa en su momento denunció el mal uso del dinero público en los expediente­s de regulación de empleo. En definitiva, se concediero­n prejubilac­iones fraudulent­as, subvencion­es a empresas que no estaban presentand­o un ERE e incluso a personas que no llegaron a formalizar ninguna sociedad y comisiones por encima de mercado a diferentes profesiona­les (asegurador­es, consultore­s, abogados o sindicalis­tas). En total, casi mil millones incontrola­dos durante diez años. Según Griñán, no hubo un gran plan, pero alguien seguro que pensó que este era todo un planazo.

Puestos a ser benévolos con el político, podemos suponer que la falta de reflejos del gobernante es fruto de la obnubilaci­ón que produce el cargo. Lo escribió Friedrich Nietzsche: “Se paga caro llegar al poder: el poder vuelve estúpidas a las personas”.

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