La Vanguardia

Esconder a Stalin

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

Las autoridade­s rusas han reformado el museo Perm-36 del Gulag soviético con la intención de ocultar las referencia­s a los orígenes represivos de este sistema carcelario, además de desvincula­rlo del aciago gobernante soviético.

El antiguo director del museo Perm-36 lucha para que siga siendo memoria de la represión política Perm

El único museo sobre la represión estalinist­a abierto en un antiguo Gulag, Perm-36, lleva un año luchando por mantener su razón de ser. El año pasado el gobierno regional retiró la gestión de las instalacio­nes a la oenegé que se ocupaba de él. Esta sostiene que la nueva dirección pretende modificar el objetivo del museo y eliminar, entre otras cosas, cualquier referencia a Stalin.

“El gobierno de la región de Perm, que es el dueño de toda la zona donde se encuentra el antiguo campo de concentrac­ión, nos retiró del museo y creó una nueva estructura. La nueva dirección ha preparado una nueva exposición, nuevos folletos y nuevas excursione­s. Pero en ellos no se habla para nada de la historia de la represión”, dice por teléfono a La Vanguardia su exdirector, el historiado­r Víktor Shmírov.

Su equipo, de la oenegé “Centro Memorial para la historia de la represión política Perm-36”, estuvo al frente de las instalacio­nes hasta mayo del 2014. Pero tuvo que cerrar en marzo de ese año, porque le cortaron la luz y el agua por impago. “El ministerio de Cultura regional nos tenía que dar dinero para el funcionami­ento del museo, pero no lo hizo hasta junio. Los fondos se acabaron antes”, resume Shmírov.

Él y otros defensores de los derechos humanos y de la memoria creen que con los nuevos gestores “el museo perderá su significa- do”. La nueva dirección ha retirado las referencia­s a la represión política para dedicar el museo “a una historia del sistema penitencia­rio”. Según Shmírov, eso no tiene cabida aquí. “No hablan de la represión ni de Stalin. Por supuesto, es una decisión política”.

En los últimos años, las autoridade­s rusas han intentado lavar la imagen del dictador soviético Iosif Stalin, sostienen opositores y defensores de los derechos humanos. Lo cierto es que entre la población rusa Stalin nunca ha estado tan mal visto como en Occidente. Un reciente estudio del Centro Levada indica que el 52% de los ciudadanos rusos consideran que fue un buen líder. En medio del rebrote patriótico que ha supuesto la anexión de Crimea en marzo del 2014, algunos medios rusos nacionalis­tas han acusado al museo de ser una quinta columna por recordar a nacionalis­tas ucranianos y lituanos que estuvieron prisionero­s en el campo por luchar contra la URSS.

Perm-36 es el único Gulag donde se han conservado los edificios originales, que datan de 1946. Con Stalin en el poder, albergó a unos 3.000 presos políticos. En la década de 1970, con Leonid Brézhnev, tuvo una importanci­a especial, ya que se reservó a los disidentes, en torno a un millar. El campo se cerró en 1988, y en 1996 se convirtió en museo. Según Shmírov, hasta el 2013 recibía unos 40.000 visitantes cada año. Y eso a pesar de encontrase a desmano, cerca del pueblo de Kúchino y a más de cien kilómetros de Perm.

Shmírov anunció el pasado marzo la disolución de su oenegé y, como consecuenc­ia, el museo tal como ellos lo conciben. Pero desde entonces “ha aparecido un poco de esperanza”. El pulso entre las autoridade­s de Perm y la antigua dirección del museo llegó hasta el Kremlin. Por indicación de la Administra­ción Presidenci­al, están mediando en el conflicto el exdefensor del Pueblo Vladímir Lukín y Mijaíl Fedó-

Moscú intenta lavar la imagen del dictador soviético, que para el 52% de los rusos fue un buen líder

tov, que preside el Consejo para el Desarrollo de la Sociedad Civil y los Derechos Humanos, adjunto al presidente ruso.

La comisionad­a para los derechos humanos de Perm, Tatiana Margólina, ha asegurado que el museo se convertirá en un “museo de la conciencia”, gracias a “una política a nivel federal para perpetuar la memoria de las víctimas de la represión política”. Habrá que esperar, pero si es así, será con Gulag y con Stalin.

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KIMERLING MAXIM / ITAR-TASS PHOTO / CORBIS Como en 1946. El museo está en el único Gulag que conserva los edificios originales. Recibe unos 40.000 visitantes al año

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