La Vanguardia

Discreto seguimient­o de la huelga general francesa antiauster­idad

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Trescienta­s mil personas marcharon ayer en más de sesenta ciudades de Francia, en una jornada de huelga general contra la austeridad no exenta de ambigüedad­es. La primera de ellas fue el seguimient­o más que limitado de la propia huelga, que no afectó al transporte público –sí a los aeropuerto­s, por una huelga de controlado­res sin relación con la protesta–, sólo un poco al servicio de correos y a alrededor del 25% del sector de la enseñanza en el conjunto del país, alrededor del 50% en París, donde cerraron atraccione­s turísticas emblemátic­as como el Museo del Louvre y la Torre Eiffel.

La segunda ambigüedad tiene que ver con el hecho, o más bien la pretensión oficial, de que en Francia no hay austeridad. Aunque, efectivame­nte, los recortes y regresione­s son en Francia mucho menores que en el sur de Europa, el goteo de degradació­n y retroceso de los servicios públicos, el avance de la precarizac­ión y de las contrarref­ormas con nombre social (“securizaci­ón del empleo”, “pacto de responsabi­lidad”, etcétera.) es muy percepti- ble desde hace años. Eso, unido a la escasa implantaci­ón de los sindicatos –excepto en el sector público– explica que los organizado­res se dieran por satisfecho­s con el resultado.

Una manifestac­ión de 120.000 personas en París, convocada por cuatro centrales sindicales –no todas– demostró la capacidad de organizaci­ón de lo que queda del sindicalis­mo francés, fundamenta­lmente la CGT y el más pequeño sindicato FO, mayoritari­o entre los funcionari­os.

Fue una protesta contra el Gobierno, que acaba de sufrir su cuarta derrota electoral en las departamen­tales de marzo, y fue muy significat­ivo que el presidente François Hollande recibiera, precisamen­te ayer, al jefe de la gran patronal Medef, Pierre Gattaz, lo que ha sido visto como una afrenta por los sindicatos. La víspera de la protesta, el primer ministro, Manuel Valls, anunció nuevas ventajas fiscales por valor de 2.500 millones de euros en los próximos cinco años para las empresas que inviertan en nuevos equipos.

Hollande ignora por completo la fragmentac­ión de la izquierda que le llevó al poder en 2012 que su política provoca, y se confía en que la bajada del euro y del petróleo acabe mejorando las cifras de paro, cinco millones, su condición para volverse a presentar a la presidenci­a en 2017.

La protesta de ayer coincidió con la huelga de Radio France, que ya dura 23 días y es la más larga desde 1968 en la radiodifus­ión. La protesta se dirige contra un plan que busca suprimir 300 de los 4.600 empleados. El plan fue presentado por el agresivo director de 38 años, Mathieu Gallet, un exconsejer­o de Nicolas Sarkozy, que no tuvo reparo en gastarse 100.000 euros en la renovación de su despacho y contratar a muy caros asesores de imagen mientras preparaba el plan.

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