Conversos
Cuando, en noviembre pasado apareció su imagen en un vídeo sosteniendo una cabeza decapitada, el mundo descubrió el fenómeno de los yihadistas conversos. Se trataba de un rapero alemán cuyo nombre, Denis Cuspert, había mutado en Abou Maleeq, y después en Abu Talha al-Almani (el alemán), su nombre de guerra cuando se unió a la yihad en Siria.
Ahora, además de cortar cabezas, hace rap yihadista de este estilo: “Siente la libertad, si Dios quiere, si vienes con intenciones honestas, recibirás el martirio y el paraíso eterno”. Su nombre es, quizás, el más conocido de los terroristas de Daesh que provienen de la conversión, pero la lista de personas que se han unido a la yihad sin ninguna conexión previa con el islam es cada día más nutrida.
Por ejemplo, crearon una gran conmoción en Francia las imágenes de Maxime Hauchar y Michaël dos Santos oficiando de verdugos en otro vídeo. Hasta ese momento nadie sabía que tenían conexión con el islam, pero no son los únicos. Los servicios de inteligencia franceses calculan que un 20% de los que se han unido a Daesh son
“Vamos a cortar cabezas americanas; vamos a cortar cabezas francesas, haremos chuletas con ellas”
conversos. Las cifras son parejas en otros países. Hace unas semanas expliqué el caso de Jake Belardi, un australiano que huyó de Melbourne para combatir con los yihadistas cuando tenía 17 años. Se convirtió en una bomba humana en Ramadi. Antes había escrito a sus hermanos que iba a una “misión de martirio”, pero que “tenía mucho miedo”. La lista es interminable: el canadiense Martin Rouleau, que asesinó a un soldado “en nombre de Alá”; Michael Zehaf-Bibeau, quien intento asaltar el Parlamento canadiense; Zale Thompson, exmarine que intentó matar de un hachazo a un policía; las austriacas Samra Kesinovic y Sabina Selimovic, que con 15 años huyeron a Siria; una familia francesa de Niza cuyos 11 miembros se convirtieron y se unieron a la yihad; el británico excatólico Abu Abdalah al-Britani, de 20 años, autor de un vídeo con la explícita frase: “Vamos a cortar las cabezas americanas. Vamos a cortar las cabezas de los franceses, haremos chuletas de sus cabezas”. Etcétera. Y ahora sabemos que tres de los yihadistas detenidos por los Mossos en Catalunya eran conversos.
¿Cómo, por qué, cuándo? , y las preguntas se acumulan en los recodos de nuestro desconcierto. Los motivos son tan variados como conocidos: falta de identidad, búsqueda de la épica perdida, seducción adolescente, captación sectaria, desapego... Pero lo cierto es que se trata de la cabeza más nueva y difícil de detectar de la hidra yihadista y su implicación fanática en la causa es, como la de todos los conversos, especialmente apasionada. Además, la mayoría son captados a través de redes sociales y ello los hace aún más invisibles a ojos policiales. En cualquier caso, el fenómeno de los yihadistas conversos existe ya por todo el mundo y añade riesgo y amenaza a la ya ingente amenaza que nos acecha. Tiempos difíciles.