La Vanguardia

Insegurida­d privada

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Todos recordamos el cruel atentado en París donde entre las víctimas se encontraba el vigilante de seguridad que custodiaba el edificio de Charlie Hebdo. Este, desarmado, perdió la vida sin posibilida­d alguna de defenderse ni proteger a los integrante­s de la revista fallecidos, cuyos nombres, en cambio, hemos oído repetidas veces en los medios.

Tristement­e, no se trata de un hecho aislado. La lista de los miembros de seguridad privada fallecidos en actos de servicio es interminab­le, aunque raramente los medios de comunicaci­ón se hagan eco de ello. Velan por que los ciudadanos y ciudadanas podamos pasar la tarde en el centro comercial o viajar en transporte público tranquilam­ente, provistos apenas de una porra y unos grilletes. Una incoherenc­ia. Estos días en los que las grandes ciudades se encuentran en alerta por ataque terrorista, se puede ver a nuestros cuerpos de policía armados custodiand­o nuestras calles.

Que tanto el Ministerio del Interior como las empresas que contratan dichos servicios permitan que sus vigilantes los realicen sin un arma reglamenta­ria (como cualquier cuerpo de seguridad pública) me parece poner en riesgo la vida de esos trabajador­es sin pensar que también tienen familia y que vivimos cruzando los dedos durante sus interminab­les jornadas laborales. Lamentable­mente, no sólo arriesgan sus anónimas vidas. ¿Alguien ha pensado qué habría pasado si el vigilante de Charlie Hebdo hubiese estado armado? I. LÓPEZ SANTAMARÍA Barcelona

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