El jardín musical de Xavier Güell
Xavier Güell, amigo, músico, que comenzó en el podio de algunas orquestas y pasó luego en un acto de fe a difundir la música actual nos sorprende en su variante de escritor. El miércoles último presentó en el Círculo del Liceu su reciente libro, el primero creo, La música de la Memoria, que es a la vez dos cosas, una memoria de la música o al menos de la actitud ante esta expresión de los distintos compositores a los que hace hablar y, como señala el título, una prosa novelada que en palabras de Joan Tarrida (Galaxia Gutenberg), “suena a música”. De una lectura nocturna, superficial, es efectivamente así como sonaría esta reflexión imaginativa, en un intento de construir con la palabra poética. Y en ese sentido el libro parece ser un jardín más que un paisaje descriptivo. Porque en su discurso se mezclan diversas voces que dicen su palabra en la del autor. De ahí su carácter de novela, porque Güell asume a sus personajes admirado se siente poseído por ellos y nos cuenta lo que ha visto de sus rincones más íntimos. Por ello el libro acude a los más grandes compositores del romanticismo: Beethoven; Schubert, admirador del maestro con el que se encuentra en sus últimos momentos; Schumann y su espíritu interior; Brahms, que va al funeral de Clara Wieck; Liszt y su religiosidad (hay muchas alusiones al pensamiento religioso); el necesario Wagner, y por fin, el dolor de Gustav Mahler. Un recorrido intenso por el mundo de los sentimientos. Y un homenaje al amor, porque detrás de los nombres mencionados –a veces con triángulos como el de Schumann, Clara y Brahms– hay siempre la presencia de una mujer.
Con la primera edición casi agotada, entiendo el entusiasmo de Güell de vivir esta aventura junto a sus personajes queridos. Una necesidad de recrearse en un pasado presente hoy, que por la actividad profesional de los últimos tiempos, el de promotor de la música actual, es imprescindible para compensar la deshumanización prevista por Ortega del arte musical en las últimas décadas. Un recorrido por rincones íntimos de estos genios, incluso con lenguaje accesible por dentro de sus obras, y tranquilidad del lector de la novela histórica que reconoce fácilmente la fuente.
El acto mantuvo este carácter: lectura de un fragmento por el mismo Güell, relato de la complicidad ejemplar entre editor y escritor; palabras reflexivas del historiador Ruiz-Domènec, y un pequeño recital de piano con piezas de Liszt y Wagner por el estupendo pianista Juan Carlos Garvayo.