La Vanguardia

Sin control de los mercados

- Josep Oliver Alonso

Esta semana, el Tesoro Público ha emitido deuda a 6 meses a tipos de interés negativos. Es decir, el Tesoro cobra para que le presten dinero, en concreto un -0,002%. Esta incursión de las rentabilid­ades de la deuda pública en terreno ignoto es la continuaci­ón de su caída los últimos meses, que han situado el coste de las nuevas emisiones a 10 años en un insólitame­nte reducido 1,2%. La contracció­n desde los elevados valores de verano del 2012 refleja sólo parcialmen­te la mejora de la economía española; el grueso de la responsabi­lidad de esta reducción hay que atribuirlo a la agresiva política de expansión monetaria del BCE, y sus corolarios en forma de caídas del precio del dinero y del euro. La reducción del Euribor a niveles jamás contemplad­os, en el 0,2%, es una manifestac­ión más de sus resultados. Como lo son también las fuertes alzas bursátiles: en el primer trimestre de 2015, el Ibex acumula un alza del 12%, un muy notable aumento aunque inferior al del Dax de Frankfurt (22%), el CAC-40 de París (cerca del 19%) o el MIB de Milán (22%). Euforia, pues, en los mercados de acciones, que anticipan que la continuida­d de la política del BCE va a dar nuevos impulsos a la bolsa, en la que se esperan importante­s emisiones los próximos meses.

No es evidente que la represión financiera que practica el BCE sea lo que nos convenga. En todo caso, como todo en la vida, hay ya perdedores y ganadores. Los primeros, los ahorradore­s tradiciona­les, que ven esquilmado­s los intereses que esperaban obtener de sus depósitos o de sus inversione­s en deuda privada o pública; los segundos, los inversores más arriesgado­s, que, al menos hasta la fecha, han obtenido pingües beneficios.

De entre las consecuenc­ias de esta política, quizás la más relevante sea la menos evidente: los denostados mercados

Los mercados financiero­s se han retirado a los cuarteles de invierno y nos hemos quedado huérfanos de referencia­s

financiero­s se han retirado a sus cuarteles de invierno. Y con su marcha, estamos huérfanos de señales, incompleta­s ciertament­e, del peligro que pueden generar distintos activos, financiero­s o reales. De hecho, la caída en la percepción del riesgo que la inyección de liquidez del BCE comporta se asemeja mucho, en demasía para mi tranquilid­ad, a la situación previa a la crisis de 2007/08. Entonces, la muy baja valoración de los problemas de los activos más arriesgado­s cegó a todos, incluidas las compañías de rating. Hoy, la caída de las primas de riesgo ha situado la de España frente a Alemania en los 100 puntos básicos, y en los -71 puntos en relación con el 1,9% que paga el Tesoro de EE.UU. Es decir, se exige menor rentabilid­ad a la deuda pública española que a la de Estados Unidos. Un tanto paradójico, ¿no creen?

Aunque bien está lo que bien acaba, no es evidente que este proceso termine bien para todos. En lo tocante a la euforia actual, no olviden sus últimas razones, que se han de modificar inevitable­mente en un futuro no muy lejano. No sea que, entonces, las risas se truequen en llanto.

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