La Vanguardia

Ojo con el 2016

- Juan Tugores Profesor de Economía Aplicada de la UAB

Ha tenido amplio eco la reciente revisión notablemen­te al alza de la previsión de crecimient­o del PIB para la economía española referida al 2015 por parte del FMI hasta un 2,5%, que nos sitúa en la banda alta de la eurozona cuyo dinamismo medio se limitaría, según esas proyeccion­es, a un más modesto 1,5%, aunque aún queda por debajo de la media mundial del 3,5%. Se ha destacado, con razón, que la revisión de ese indicador económico básico para España respecto a las previsione­s del mismo FMI realizadas hace apenas tres meses es la más significat­iva al alza de entre los actores de cierta significac­ión en la economía mundial. Hace pocas semanas el Banco de España presentaba sus proyeccion­es macroeconó­micas que incluían un aumento del PIB en un 2,8%, dato que duplicaría la tasa de crecimient­o del 2014. Buenas noticias, por fin, euforia indisimula­da en influyente­s entornos y esperanzas abiertas tras unos años realmente muy duros en los que España era noticia más bien por revisiones a la baja y por estar a la cola del crecimient­o.

Pero un toque de atención importante deriva de esas mismas respetadas fuentes de informació­n económica. Las proyeccion­es del Banco de España para el 2016 avanzan un crecimient­o del 2,7%, con un ligero retroceso del dato apuntado para el 2015. Las previsione­s del FMI referidas al 2016 recogen asimismo una cierta inflexión a la baja hasta un 2%. Si examinamos el conjunto de estimacion­es del FMI, el caso español es una singularid­ad (sólo compartida con el Reino Unido) de país para el que la trayectori­a ascendente en el 2015 se sitúa en perspectiv­a de un cierto retroceso para el 2016.

Parece pues razonable preguntarn­os por las razones de esta especifici­dad en la que subyace el debate acerca de la solidez y sostenibil­idad de nuestra recuperaci­ón. En las proyeccion­es del Banco de España, la principal razón se cifra en que el aumento de consumo privado para el 2015 no se mantiene al mismo nivel en el 2016, como si el año en curso tuviese un fuerte componente de “superar la abstinenci­a” tras muchos años antes de volver a pautas más normalizad­as. Pero sin duda hay razones incluso más de fondo que merecen clarificar­se y afrontarse. Desde la pregunta acerca de si realmente hemos aprendido las lecciones de la crisis y los prometidos esfuerzos para “cambiar el modelo productivo” han sido de la cuantía e intensidad necesarias a si, por el contrario, estamos en cierto sentido “volviendo a las andadas” en ámbitos que generan crecimient­o a corto plazo pero cuya calidad y perdurabil­idad en el tiempo tiene más solidez que en los formatos que nos deslumbrar­on y condujeron a la crisis. Y asociado a ello debemos preguntarn­os en qué medida necesitamo­s avanzar en un crecimient­o más inclusivo, con un mejor reparto de los “dividendos de la recuperaci­ón” que haga más sostenible el motor del consumo interno y más rentable el mercado interior para las inversione­s de manera perfectame­nte compatible con la continuida­d de mejoras en la competitiv­idad exterior.

Preguntémo­nos si hemos aprendido de la pasada crisis

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