Un Sant Jordi con templanza
María Dueñas y Xavier Bosch, triunfadores en la lista de los libreros
La periodista francesa Olivia Snaije tuvo ayer un trabajo difícil: se recorrió toda la ciudad de Barcelona para intentar explicar a los lectores de la revista Publishing perspectives, con sede en Nueva York, lo que significa Sant Jordi. Sorprendida por la enorme cantidad de gente que circulaba por la calle –¡en día laborable!– a veces se topaba con escritores literarios (Javier Marías), a veces con autores de bestsellers (Ken Follett), a veces con monjas o cocineros. No sabemos qué debió pensar al ver la lista de más vendidos del Gremi de Llibreters, según la cual María Dueñas y Xavier Bosch fueron los triunfadores de la jornada. O si se encontró, en la calle Pelai, con su compatriota Sébastien, que tiene 31 años, duerme en la calle y, para conmemorar Sant Jordi, confecciona unas rosas blancas con papel higiénico que vende a cambio de la voluntad. Sébastien es también uno de los triunfadores de Sant Jordi. Como Orji, un nigeriano que vende bolsos piratas en la plaza Catalunya y que hizo ayer uno de sus mejores días.
María Dueñas estaba ayer feliz, tras coronarse como la reina en ventas. “Lo de reina me viene grande, aquí quien gana no soy yo, son los lectores, los escritores, los libreros, la literatura y la cultura”. Cuenta que, en las firmas, le ha venido una señora que le viene cada año para que le dedique un libro a un señor que ya murió. Ha tenido mujeres embarazadas que se llevan el libro para cuando lleguen los niños y las noches de insomnio.
Xavier Bosch estaba eufórico: “Cuando en el 2010 fui el más vendido con Se sabrà tot me dijeron que era muy difícil repetir y ahora lo he vuelto a hacer. Estoy muy contento, pero más contento porque he vuelto a ver sonreír a los libreros. Creo que estamos en un punto de inflexión de la crisis”. La misma satisfacción que sentía Joan Carreras: “Que se vendan 1,5 millones de libros en un solo día es extraordinario y hay que tener en cuenta que las listas de éxitos sólo representan el 12 % de las ventas totales, es decir, que la gente lee libros de mucho tipo y de muchos autores”.
Las listas de ayer son una muestra representativa de las librerías de todo el territorio catalán mezcladas con la tendencia de los últimos días aportados por Librired. Hoy se sabrán las ventas reales en tienda y el día 27 las de las 400 casetas callejeras. Según el gremio, en catalán son claros los tres primeros títulos y el resto están muy igualados. En castellano, la obra de Dueñas destaca sobre todas las demás. “Es uno de los Sant Jordi más dispersos y repartidos y se consolida la recuperación del sector apuntada en el primer trimestre”. Ante la incredulidad del periodista sobre el quinto lugar de Un film de Víctor Català, el portavoz del gremio asegura: “Es así, no hay trampa”.
John Banville no paraba de firmar ejemplares. “Estoy atónito. Nunca en mi vida había visto vender tantos libros en tan poco tiempo”. Algunos admiradores llegaban a la mesa con tres y cuatro libros de Benjamin Black, el alias que utiliza para sus thrillers. El irlandés explicó: “Me temo que
tiene más éxito Black que Banville, pero tengo dos firmas diferentes, soy ambidextro y hago la de Black con la izquierda y la de Banville con la derecha”. Especialmente emocionado se mostró ante una lectora que le leyó un papel que llevaba escrito: “No me expreso muy bien en inglés –decía, en ese idioma–, así que le digo de este modo todo lo que me ha emocionado leerle...”.
Otro debutante, James Ellroy, exclamaba, complacido: “¡Me encanta esta fiesta! ¡No paro de vender! ¡Me gusta vender! ¡Voy a levantar la industria del libro en España, que nadie se preocupe!”. A Ken Follett se le vio firmando ante multitudes con una copa de buen vino español al lado.
En la comida de los autores de Penguin Random House, otro superventas, el psicólogo Rafael Santandreu, anunció que preparaba un nuevo libro, “esta vez dirigido no a los neuras, sino a gente que está sana, para que aprendan a llevar a cabo proyectos extraordinarios”. No muy lejos, Albert Espinosa mostraba su mano manchada de tinta como prueba de que el día había ido bien.
No solo las paradas y librerías tradicionales hicieron su día. En la librería inglesa BCN Books el más vendido fue la versión original de Wonder de R.J.Palacio. Pero la novedad estaba en la galería Mutuo, en la calle Julià Portet, junto a la Via Laietana, donde la librería Calders y los diseñadores de It’s Written celebraron hasta casi medianoche el Off-Sant Jordi, una estimulante fiesta que viene a ser el Sant Jordi indie, y que incluyó actuaciones –Miguel Noguera, Maria Rodés...–, una instalación artística con muñecas inflables colgadas del techo o a la rusa Liudmila Petrushévskaia, candidata al Nobel, dibujando rosas en una mesa.
Jorge Wagensberg, que publica Memòries d’infància, contaba que en poco tiempo se le acercaron dos chicas con la misma demanda: que les firmara en un brazo. “Una de ellas me mostró un brazo repleto ya de autógrafos. Me pregunto si se duchará algún día”. Enrique Vila-Matas no se extrañó en absoluto: “Yo ya llevo firmados siete brazos”, contestó sin inmutarse. Y Jaume Sisa, biografiado por Donat Putx en El comptador d’estrelles (Empúries), se consolaba: “Yo he firmado una mano”. El inglés Ben Brooks, en cambio –que ofrecía a los que compraban un libro suyo los primeros dos capítulos del libro que aún está escribiendo–, se jactaba de haber firmado “seis o siete pechos”. De otro récord se vanagloriaba Jordi Sierra i Fabra: era su 40º Sant Jordi y su libro 440 . Por el contrario, Martín Caparrós, el autor argentino de El hambre (Anagrama), valoraba con sorna su primer Sant Jordi: “Es un milagro convencer a tanta gente de que haga una cosa que no suele hacer el resto del año. Es algo que envidiaría mi compatriota Francisco”.