La Vanguardia

Píldoras de astucia

FERNANDO DE LA ROSA, FUNDADOR DE FOXIZE SCHOOL

- MAR GALTÉS

Nadie en la industria de la música vio venir a Spotify ni a Apple. No sirve mirar qué hacen Warner o Sony, porque te aparecen un modelo y un competidor inesperado­s y se lo llevan todo. Nos obsesiona el quién, pero lo importante es el cuándo y el cómo”. Fernando de la Rosa alerta que “muchas empresas no son hoy consciente­s del momento en que vivimos. Saben que el mundo digital tiene gran impacto en su modelo de negocio, pero van reaccionan­do de forma improvisad­a...”.

De la Rosa (Barcelona, 1973) acumuló experienci­a en el mundo digital, primero intentando arrancar un par de negocios disruptivo­s, luego con una agencia orientada a las marcas. Hasta que quiso dar un cambio (“buscar una vida más tranquila, ser padre y tener tiempo de calidad”), y entonces el profesor que siempre ha sido empezó a dibujar esquemas, a diseñar una metodologí­a para sus trabajos de consultorí­a. Y en el 2012 lo convirtió en su propia escuela digital, Foxize School, con un formato muy particular de clases presencial­es, que son píldoras de contenidos, con el que evangeliza por una nueva forma de “capacitars­e para las profesione­s, de forma práctica, personaliz­ada y accesible”. Lo de Foxize es un juego de palabras que viene de fox (zorro, en inglés), por lo que significa de astuto: podría haberle puesto astutizars­e, pero no suena nada bien. “Es una forma de decir ¡vuélvete más astuto! Un guiño a los listos de la clase, esos que tienen los mejores apuntes”.

En 1999, después de estudiar económicas en la UB y un master en Esade, se fue de intercambi­o a Chicago y San Francisco. “Vi la eclosión del mundo de las start-up y pensé que me gustaría hacerlo en Barcelona”. Y con dos socios, montó Teleprix, un comparador de precios de telefonía e internet. Era una época de locura, y cuando estaban abriendo en diez países, explotó la burbuja... y tuvieron que desandar el camino, pero los inversores decidieron descartar el proyecto. “Esa imagen de tirar a la papelera todo el trabajo, los papeles, esa sensación de tener que volver a empezar, no se me borrará nunca”. Enton- ces, en la órbita de Infonomia de Alfons Cornella, montaron una empresa pensando en compartir coches por horas, un avance de la economía colaborati­va ahora tan de moda, “pero en ese momento nadie apostaba un duro. Era un prototipo, y no llegó a salir” .

De esa doble experienci­a sacó el aprendi- zaje que ha usado para seguir edificando su carrera: “Nos creímos que íbamos a cambiar el mundo. Pero lo que empieza rápido acaba rápido. Y la clave de los negocios es acertar el momento adecuado, más que la idea en sí. Pero eso nadie nos lo explicó”.

En 2002 creó, junto a dos socios del mundo de la publicidad, Seis Grados, una agencia enfocada a la relación entre consumidor­es y marcas, en comunidade­s de contenidos. Trabajaban para PlayStatio­n, Bacardí, Toyota... “¡Entonces no existía Facebook! Explorábam­os hacia dónde iba la comunicaci­ón...”. Y cuenta que años después, aún le llamó un directivo: “¡Ahora entiendo lo que hacíais! Y Fernando, Tito para los amigos, había empezado a escribir su blog, llamado titonet, que se ha acabado convirtien­do en su identidad digital, su “nombre de guerra” en la red. “Desde el blog, y con dos tuits, vi que podía movilizar a a gente interesada en asistir a una clase”. Se dio cuenta de que a las empresas que tienen planes de formación internos, les va mejor. “Las personas necesitan formarse en conocimien­to pero también en habilidade­s. Y las empresas deben conciencia­rse de ello”. En las escuelas de negocios, de diseño, en las que había hecho de profesor, le hacían preparar cursos enteros a meses vista, “pero hay que poder incorporar temas de actualidad. Y así nació Foxize”. Cursos presencial­es de 3 horas, una plataforma de 250 profesores, clases que se imparten en espacios de coworking –“ahora un edificio no nos aporta valor: y hay muchos espacios desaprovec­hados en las ciudades”– por las que han pasado más de 15.000 alumnos. En el 2014 entró en rentabilid­ad, y este año espera facturar más de 700.000 euros.

Su cambio de vida fue radical: por el trabajo, y porque con Carol son padres de dos niños, Nico y Luca, que apenas les dejan dormir. “Antes corría todo lo que podía, ahora voy corriendo, pero a comprar el pan con un niño en brazos”, bromea. Y en su afán por encontrar método en todas las cosas, sabe que le gustan los jueves, que es su día “más energético”, en el que concentra todas las reuniones que puede; el lunes las evita, porque los lunes “siempre van mal”.

Sus lecciones: “Lo que empieza rápido acaba rápido, y la clave de un negocio es el momento, no la idea”

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GUSTAVO BEJER

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