Los sondeos dan como ganador a David Cameron, que deberá pactar
El SNP se lleva todos los diputados menos uno en Escocia y condiciona la victoria ‘tory’
Los conservadores han sido el partido más votado en las elecciones generales británicas y se van a quedar a tan sólo un puñado de escaños de la mayoría absoluta, según los sondeos a pie de urna divulgados nada más cerrar los colegios electorales a las diez de la noche. Los nacionalistas del SNP han arrasado en Escocia, convirtiéndose casi en el partido único del país. Y tanto el Labour como los liberaldemócratas se han hundido.
Los tories, según las predicciones (que hace cinco años dieron en el clavo), obtendrían 316 escaños, diez más que en el 2010 pero cortos de los 323 que hacen falta para poder gobernar en solitario. Hipotéticamente podrían establecer una alianza formal con los liberales, que tendrían 10. Pero ello siempre y cuando esté de acuerdo el partido de Nick Clegg, que ha quedado totalmente diezmado.
Para Ed Miliband, el líder de la oposición laborista, se trata de un fracaso sin paliativos. No tan sólo el Labour ha sido incapaz de resultar el partido más votado, sino que habría perdido, según el sondeo a pie de urna, 19 escaños (de 258 a 239), a pesar del disgusto de las clases medias y trabajadoras británicas con la austeridad, los recortes, el empleo precario y la marcada pérdida de calidad de vida y poder adquisitivo.
“El Labour no ha sido castigado por estar demasiado a la izquierda, sino por estar demasiado a la derecha, por parecerse demasiado a los conservadores –opina el analista Steven Mulholland–.Todos los partidos progresistas, desde los nacionalistas escoceses y galeses hasta los Verdes, han obtenido mejores resul- tados que hace cinco años. La sociedad del Reino Unido ha quedado fragmentada por la revolución neoliberal entre quienes han salido beneficiados de la crisis y quienes han salido perdiendo. Los primeros han votado para que todo siga igual, y los segundos se han quedado sin nadie que los represente, se han sentido abandonados por el laborismo”.
Este fenómeno es especialmente palpable en Escocia, donde el SNP –según las primeras proyecciones– habría ganado 58 de los 59 escaños en juego, tan sólo unos meses después de haber perdido el referéndum sobre la in-
dependencia. Del Labour, el partido tradicional del poder en ese país, no ha quedado ni rastro, en una clara expresión del disgusto de los escoceses con la creciente derechización de la política británica, y con un Westminster por el que no se sienten en absoluto representados.
El otro gran perdedor ha sido Nick Clegg, cuyo partido liberaldemócrata ha pasado de 57 escaños a tan sólo 10, y de un 23% de voto a únicamente el 8%. Es inevi- table que el grupo parlamentario se plantee la conveniencia de abandonar la alianza con los tories, que ha resultado desastrosa, y buscar la regeneración en los bancos de la oposición. No es descabellado pensar en un cambio de líder.
Ahora van a empezar los regateos en el gran bazar de la política londinense. Aunque la aritmética parece sencilla, la realidad puede resultar más complicada. Porque si los liberales decidieran romper el matrimonio con Cameron, a los tories les quedaría la po- sibilidad de apoyarse en los 8 escaños que se estima que van a ganar los unionistas norirlandeses del DUP. A cambio exigirían un generoso paquete de inversiones en el Ulster.
La debacle laborista va a abocar inevitablemente a que se cuestione la posición de Ed Miliband y a fuertes presiones para que dimita en cuanto se aclare mínimamente el panorama. Por otra parte, si los resultados definitivos se alejan aunque sea tan sólo un poco de las proyecciones, Cameron podría tener más dificultades de las previstas para forjar una coalición viable, y el Labour tendría la esperanza de modelar, aunque fuera por los pelos, la gran coalición progresista con la ayuda de todo el bloque nacionalista, los Verdes y los socialdemócratas norirlandeses del SDLP.
Por segundas elecciones consecutivas Cameron se habrá quedado corto de la mayoría absoluta. En otras circunstancias su partido estaría furioso con él, y su cabeza correría peligro. Pero el pa- norama pintaba tan negro que el resultado ha sido interpretado por los portavoces tories como una victoria. La palabra ganador fue utilizada en múltiples ocasiones por los ministros de la administración a la hora de analizar la noche electoral, como para dejar claro que el actual primer ministro ha de seguir siendo el ocupante legítimo del número 10 de Downing Street, al margen de las componendas que los partidos de oposición hagan a partir de ahora.
Para el SNP escocés se trata de un resultado extraordinario, pero tal vez su influencia en la Cámara de los Comunes no vaya a ser en la próxima legislatura todo lo grande que se esperaba, al alejarse la posibilidad de un pacto con los laboristas.