Acecho judicial
Declaradas legales las grabaciones que le implican en un tráfico de influencias
El Tribunal de Apelación de París desestima un recurso de Nicolas Sarkozy contra las escuchas telefónicas de que fueron objeto él y su abogado, que había paralizado la imputación por corrupción y tráfico de influencias.
Nicolas Sarkozy resopla entre dos guardaespaldas, uno delante y otro detrás, al hacer su jogging por uno de los senderos más apartados del Bois de Boulogne parisino, que resulta estar en mi circuito habitual. Responde con poco más que una mueca gentil al “Buenos días, señor presidente”, que le lanzo sin caer en la cuenta de que acabo de perder una ocasión única para interrogarle sobre la entrevista solicitada hace tanto tiempo y que temo que jamás me conceda.
El paso del expresidente, que en enero cumplió los sesenta, ya no es aquel garboso y demostrativo de hace unos años, cuando con su joven mujer embarazada en las portadas, aparecía de vez en cuando por el Parc Monceau del distrito XVII con evidente ánimo de ser fotografiado. Lo de ahora es pura tercera edad, un verdadero aburrimiento para los bien plantados guardaespaldas que flanquean y vigilan su lentitud de expresidente con algunos kilos de más en la región abdominal. La elección del apartado circuito sugiere un deseo de anonimato. Viéndole sudado y descompuesto, se comprende.
Sarkozy regresó en noviembre a la política con el evidente objetivo de disputar a Hollande las presidenciales del 2017. Todo lo demás, su elección como presidente del partido UMP, su proyecto de cambio de nombre del partido, que pronto va a ser sancionado en una votación interna y on line, así como las primarias que organizará el año que viene para ser designado como candidato de la derecha a la presidencia, son hitos para ese objetivo. En el Elíseo no dudan que el rival será Sarkozy y no dan un duro por su rival interno, Alain Juppé, pero hasta alguien tan voluntarioso e hiperactivo como el expresidente se enfrenta a imponderables contra los que su eléctrica determinación poca cosa pueda hacer.
Se trata de toda la serie de asuntos judiciales por los que el expresidente es, o será, investigado, y que amenazan su propósito de regresar al Elíseo. Sarkozy tu- vo ayer un adelanto de eso. El Tribunal de Apelación de París desestimó un recurso de Sarkozy contra las escuchas telefónicas de que fueron objeto él y su abo-
gado. El recurso había paralizado la imputación por corrupción, tráfico de influencia y encubrimiento de violación del secreto profesional que se le supone desde la insólita declaración de 15 horas de duración a la que fue sometido el 2 de julio, algo sin precedentes para un expresidente.
Sarkozy quería saber cómo iban sus asuntos judiciales, especialmente la sospecha de que recibió, del luego bombardeado y asesinado Muamar el Gadafi, financiación para su campaña electoral en el 2007, así como sobre las confidencias que un juez le filtraba al respecto. Por eso, su teléfono y el de su abogado fueron intervenidos. Alertados, ambos se hicieron con nuevos aparatos contratados con nombre falso (Sarkozy utilizó el nombre de Paul Bismuth), sin saber que también esos aparatos estaban pinchados. Al juez Gilbert Azibert, que filtraba la información judicial, debía ayudarle a conseguir un destino en Mónaco. “Le haré subir”, dijo Sarkozy en una conversación con su abogado Thierry Herzog. Al avalar la legalidad de las escuchas, el tribunal vuelve a poner en marcha el procedimiento, lo que representa un revés para el cansado Sarkozy.
Hollande cuenta con agotar la proverbial energía de su principal rival en una maraña judicial