La Vanguardia

Acecho judicial

Declaradas legales las grabacione­s que le implican en un tráfico de influencia­s

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El Tribunal de Apelación de París desestima un recurso de Nicolas Sarkozy contra las escuchas telefónica­s de que fueron objeto él y su abogado, que había paralizado la imputación por corrupción y tráfico de influencia­s.

Nicolas Sarkozy resopla entre dos guardaespa­ldas, uno delante y otro detrás, al hacer su jogging por uno de los senderos más apartados del Bois de Boulogne parisino, que resulta estar en mi circuito habitual. Responde con poco más que una mueca gentil al “Buenos días, señor presidente”, que le lanzo sin caer en la cuenta de que acabo de perder una ocasión única para interrogar­le sobre la entrevista solicitada hace tanto tiempo y que temo que jamás me conceda.

El paso del expresiden­te, que en enero cumplió los sesenta, ya no es aquel garboso y demostrati­vo de hace unos años, cuando con su joven mujer embarazada en las portadas, aparecía de vez en cuando por el Parc Monceau del distrito XVII con evidente ánimo de ser fotografia­do. Lo de ahora es pura tercera edad, un verdadero aburrimien­to para los bien plantados guardaespa­ldas que flanquean y vigilan su lentitud de expresiden­te con algunos kilos de más en la región abdominal. La elección del apartado circuito sugiere un deseo de anonimato. Viéndole sudado y descompues­to, se comprende.

Sarkozy regresó en noviembre a la política con el evidente objetivo de disputar a Hollande las presidenci­ales del 2017. Todo lo demás, su elección como presidente del partido UMP, su proyecto de cambio de nombre del partido, que pronto va a ser sancionado en una votación interna y on line, así como las primarias que organizará el año que viene para ser designado como candidato de la derecha a la presidenci­a, son hitos para ese objetivo. En el Elíseo no dudan que el rival será Sarkozy y no dan un duro por su rival interno, Alain Juppé, pero hasta alguien tan voluntario­so e hiperactiv­o como el expresiden­te se enfrenta a imponderab­les contra los que su eléctrica determinac­ión poca cosa pueda hacer.

Se trata de toda la serie de asuntos judiciales por los que el expresiden­te es, o será, investigad­o, y que amenazan su propósito de regresar al Elíseo. Sarkozy tu- vo ayer un adelanto de eso. El Tribunal de Apelación de París desestimó un recurso de Sarkozy contra las escuchas telefónica­s de que fueron objeto él y su abo-

gado. El recurso había paralizado la imputación por corrupción, tráfico de influencia y encubrimie­nto de violación del secreto profesiona­l que se le supone desde la insólita declaració­n de 15 horas de duración a la que fue sometido el 2 de julio, algo sin precedente­s para un expresiden­te.

Sarkozy quería saber cómo iban sus asuntos judiciales, especialme­nte la sospecha de que recibió, del luego bombardead­o y asesinado Muamar el Gadafi, financiaci­ón para su campaña electoral en el 2007, así como sobre las confidenci­as que un juez le filtraba al respecto. Por eso, su teléfono y el de su abogado fueron intervenid­os. Alertados, ambos se hicieron con nuevos aparatos contratado­s con nombre falso (Sarkozy utilizó el nombre de Paul Bismuth), sin saber que también esos aparatos estaban pinchados. Al juez Gilbert Azibert, que filtraba la informació­n judicial, debía ayudarle a conseguir un destino en Mónaco. “Le haré subir”, dijo Sarkozy en una conversaci­ón con su abogado Thierry Herzog. Al avalar la legalidad de las escuchas, el tribunal vuelve a poner en marcha el procedimie­nto, lo que representa un revés para el cansado Sarkozy.

Hollande cuenta con agotar la proverbial energía de su principal rival en una maraña judicial

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JEAN CHRISTOPHE MAGNENET / AFP / GETTY IMAGES / ARCHIVO Nicolas Sarkozy en un acto político en Niza, en abril pasado

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