La Vanguardia

Sanidad enferma

Estreno de ‘Hipócrates’, un drama hospitalar­io sobre el sistema de salud francés que logró un millón de espectador­es en su país

- PEDRO VALLÍN

El cine francés sigue profundiza­ndo en la disección del sistema social con la película Hipócrates, drama hospitalar­io que ha conseguido un gran éxito de taquilla al otro lado de los Pirineos y que llega esta semana a España.

Tal vez sea cierto que el cine francés, pese a su éxito comercial, no vive las alegrías de viejas aspiracion­es vanguardis­tas –bueno, sólo una vez fue punta de lanza, cuando los críticos de Cahiers... se pusieron a hacer películas–, pero es de forma indiscutib­le la cinematogr­afía que con más profusión, agudeza y éxito ha profundiza­do en una de las creaciones humanas más trascenden­tes y menos trabajadas por la narrativa: el Estado. A las innumerabl­es películas sobre el sistema educativo –de Hoy empieza todo (1999), de Tavernier, a La clase (2008), de Cantet, pasando por Ser y tener (2002), de Philibert– se suman las recientes radiografí­as del poder – El ejercicio del poder (2011), de Schoeller, Crónicas diplomátic­as (2013), de Tavernier, o De Nicolas a Sarkozy (2011), de Durringer– y ahora se ensancha la indagación con Hipócrates, drama hospitalar­io que ha conseguido una taquilla en su país de común reservada a las comedias burguesas.

La película la firma Thomas Lilti, que además de director y guionista es médico en ejercicio. El filme desentraña el funcionami­ento de un hospital público, desde la perspectiv­a de un joven médico residente, Benjamin (Vicent Lacoste) que es a la sazón hijo de un importante doctor del centro. Y su relación con otro residente, un médico argelino con más experienci­a que hace la residencia para intentar acceder a una especialid­ad, llamado Abdel (Reda Kateb, que ganó el Cesar al mejor actor secundario y fue finalista al Globo de Oro por el mismo papel).

“Quería hacer una película que no fuera dolorosa, y que se pareciera a mi experienci­a: cuando tú trabajas en un hospital no estás siempre sufriendo, también vives momentos felices y te diviertes con los amigos, eso quería encontrar en la película”, explica Lilti. La película presta especial atención a la estructura jerárquica del centro: “Está en el centro de la película, es como una especie de sociedad secreta y es algo que me marcó mucho cuando estudiaba medicina”. El hospital de la película está dirigido por un ejecutivo procedente de la empresa privada, que contempla la salud en términos de pura eficiencia numérica. “Ocurre en Francia e imagino que aquí también: han

“Quería hacer una película realista, pero que no fuera dolorosa para el espectador”, dice Thomas Lilti

llevado el debate a términos de rentabilid­ad del servicio público, lo que es aberrante cuando hablas de la salud o la educación. Y además en Francia nos hemos dado cuenta de que hemos puesto los hospitales en manos de gentes procedente­s de los negocios y a menudo fracasan estrepitos­amente”. El otro eje del filme es la relación con el residente extranjero: “Para mí la película, en origen, era un homenaje a los médicos extranjero­s que a menudo están poco valorados y sobre cuyos hombros descansa buena parte del peso de la salud del país pues un 40% de los facultativ­os del sistema público son extranjero­s. Sé que los usuarios no lo entienden, pero el sistema los necesita, sin ellos se vendría abajo. Evidenteme­nte ellos vienen a trabajar a Francia para mejorar su formación, pero hay toda una hipocresía alrededor del papel que desempeñan: los hacemos venir porque los necesitamo­s y luego el se les pone la zancadilla”. Todo inquietant­emente familiar.

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CARAMEL FILMS. Vincent Lacoste y Reda Kateb, en un fotograma de Hipócrates

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