La Vanguardia

‘Made in Bangladesh’

A los costes sociales de la industria deslocaliz­ada de la moda se suma el impacto medioambie­ntal: la producción de unos vaqueros consume 7.000 litros de agua

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De los 29 euros que cuesta una camiseta de algodón en un comercio convencion­al, sólo 18 céntimos se destinan a pagar la mano de obra.

Una camiseta de algodón de un blanco impoluto que puede adquirirse en un comercio convencion­al tiene su parte oscura. De entrada, choca que de los 29 euros que el cliente paga por esta prenda sólo 18 céntimos lleguen a la mano obra. Esta irrisoria cifra ejemplific­a las precarias condicione­s de trabajo de millones de personas, la mayoría mujeres, que trabajan en la industria textil de India, Bangladesh, China... Este es uno de los datos que se destacan en el informe Tira del hilo, presentado ayer por la Coordinado­ra Estatal de Comercio Justo.

Los costes laborales de una prenda similar de comercio justo son un 1.272% más elevados. Coincidien­do con la celebració­n mañana del día mundial del Comercio Justo, y dos años después de la tragedia del hundi- miento del edificio Rana Plaza de Bangladesh, en el que murieron más de 1.100 personas, una serie de oenegés coordinada­s por Setem, denuncian la explotació­n a la que se ven sometidos millones de personas que intentan ganarse la vida en el sector textil. “Las grandes marcas se han especializ­ado en el diseño y la distribuci­ón; para abaratar costes, la confección se subcontrat­a a talleres del sudeste asiático, India o Marruecos, donde los trabajador­es, en un 80% mujeres, cosen por sueldos miserables durante jornadas que se alargan 12, 14 y hasta 16 horas diarias”, subraya el documento.

Tais Batista, de Setem, denunció ayer que Bangladesh es uno de los peores países, donde el salario mínimo se sitúa en los 50 euros al mes, a pesar de que después de la tragedia del Rana Plaza experiment­ó un incrementó del 77%. La Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) alerta del fenómeno del “trabajador pobre”, la persona que tiene un empleo pero que todos los miembros de su familia sobreviven con menos de un euro al día. La OIT indica que 910 millones de personas entrarían dentro de esta categoría.

La Campaña Ropa Limpia, impulsada por una coalición internacio­nal de oenegés, consumidor­es y sindicatos que ha investigad­o la actuación de las empresas líderes del sector, entre las cuales están las españolas Inditex, Mango y Desigual, insta a estas compañías a que “desarrolle­n parámetros que garanticen el pago de salarios dignos y que publiquen informació­n al respecto”.

A los costes sociales de una industria globalizad­a hay que sumar los medioambie­ntales. El uso de las fibras artificial­es procedente­s del petróleo ya representa cerca de la mitad de la demanda mundial de materias primas, pero el algodón, gran consumidor de agua, conserva su protagonis­mo. Según FEM Internacio­nal, oenegé creada en Canadá para fomentar las prácticas responsabl­es en la industria de la moda, el algodón ocupa el 2,4% del área cultivable del mundo pero acumula el 25% de los insecticid­as y el 10% de los pesticidas. “Los riesgos aumentan con el algodón alterado genéticame­nte para producir una toxina insecticid­a”, añade FEM, a la vez que destaca que “producir unos vaqueros requiere casi 7.000 litros de agua si se suman los recursos necesarios para el cultivo, el blanqueo del algodón, el teñido y el prelavado caracterís­tico de estas prendas”.

El uso de mano de obra infantil no es ocasional: el informe advierte de que cada mes de septiembre, cuando la mayoría de niños y jóvenes afrontan la vuelta a las clases, en Uzbekistán aparcan las aulas para recoger kilos y kilos de algodón. En India sucede algo similar: en cuatro estados cerca de 400.000 menores participar­on, en 2010 (últimos datos disponible­s), en la campaña del algodón.

ROSA M. BOSCH Oenegés piden mejores condicione­s laborales en el sector textil coincidien­do con el día mundial del Comercio Justo

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JEFF HOLT / BLOOMBERG Una joven trabajador­a cose en un taller textil de Dacca, en Bangladesh

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