Desembarco en La Habana
El estrecho de la Florida se encoge. Barrera infranqueable durante más de medio siglo, los 150 kilómetros de mar que separan Cuba y Estados Unidos van recobrando su natural condición de accidente geográfico. La versión caribeña del muro de Berlín, que ha engullido la vida de cientos de isleños al tratar de cruzarlo, se derrumba poco a poco. Aunque, de momento, cae de un solo lado.
La cuadrilla de demolición empuja desde Miami y alrededores, aprovechando la estrategia del presidente estadounidense, Barack Obama, para normalizar las relaciones diplomáticas con el Gobierno de La Habana. El proceso de diálogo entre ambos gobiernos avanza con lentitud y no ha producido resultados concretos, pero las medidas adoptadas por Obama para flexibilizar el embargo comercial que Washington aplica contra Cuba desde 1962 –en especial las que mitigan las restricciones para viajar a la isla– ya aportan frutos.
Con la apertura han llegado los primeros vuelos chárter a La Habana des- de Nueva Orleans y Nueva York, mientras firmas globales como AirBnB o MasterCard avanzan sus proyectos de iniciar operaciones en Cuba. No obstante, el anuncio que mayor expectativa ha levantado en la industria turística es la autorización que cuatro compañías navieras estadounidenses han recibido esta semana del Departamento del Tesoro para brindar servicios de ferry desde Florida hacia la isla. Las empresas necesitan obtener la aprobación del Gobierno cubano, que no se ha pronunciado sobre la cuestión, si bien los directivos de las sociedades beneficiadas ya anticipan tarifas y rutas, elogiando la política de Obama: “Él está yendo tan lejos y tan rápido como se puede”, dijo uno de los ejecutivos. “Esto es un evento histórico. Gracias, presidente Barack Obama, le estamos muy agradecidos por su liderazgo”, exclamó en su cuenta de Twitter Havana Ferry, una de las empresas acreditadas. United Caribbean Lines, que también ha ganado una licencia, informaba en su página web que iniciará operaciones este otoño con transbordadores de 400 camarotes y capacidad para 1.500 pasajeros. Su competidora Havana Ferry Partners espera lanzar pronto su servicio entre Cayo Hueso y la capital cubana, con una embarcación de 200 plazas y más adelante abrir una línea nocturna, con salidas desde Fort Lauderdale y Miami, para transportar hasta 500 personas. Baja Ferries, la cuarta firma con permiso, no solamente propone servicio a pasajeros sino también de carga, con el objetivo de sustituir gradualmente las importaciones informales que llegan a la isla por vía aérea.
El precio del trayecto aún no se ha fijado, pero las navieras planean ofrecer pasajes más económicos que los billetes aéreos; cobrarían unos 300 dólares (265 euros) por viaje de ida y vuelta cuando los vuelos chárter cuestan alrededor de 500 dólares (445 euros). Además, permitirían a los usuarios facturar hasta 90 kilos de equipaje sin costo y embarcar sus propios vehículos, que deberán llevar de regreso a EE.UU. de forma obligatoria. Los ferris sólo podrán trasladar a Cuba viajeros autorizados, es decir, aquellas personas incluidas en las categorías que ya no requieren un permiso por adelantado para entrar a la isla y contemplan visitas familiares, actividades religiosas e intercambios académicos o culturales. Bajo los términos del embargo, que se mantiene en vigor y sólo puede ser revocado por el Congreso, los estadounidenses no pueden viajar por turismo general a Cuba.
Los directivos de las empresas marítimas aguardan con optimismo la respuesta del Gobierno de La Habana y paladean el crecimiento de su negocio; algunos estiman transportar hasta 200.000 clientes al año. Pero la decisión de las autoridades cubanas no será fácil. Aparte de establecer permisos,
Falta el permiso del Gobierno cubano, que teme el efecto de la llegada masiva de estadounidenses EE.UU. autoriza a cuatro navieras a ofrecer servicios de ferry a Cuba
costos de atraque y otros procesos burocráticos, el régimen que preside Raúl Castro deberá ponderar entre los beneficios económicos del desembarco masivo de turistas desde Estados Unidos y los efectos políticos que su llegada puede ocasionar entre la población, sujeta a un sistema de partido único. Los operadores del sector calculan que este año podría llegar a la isla un millón de visitantes estadounidenses, 400.000 más que en el 2014.