...a Colau le gusta la rumba
Ada Colau entró en nuestras vidas cuando evitó que muchas personas fueran expulsadas de sus casas. La heroína de aquella tragedia aseguró que nunca se pasaría al lado oscuro de la política, pero la tentación fue irresistible. Ahora la activista acaricia el sueño de ser alcaldesa de Barcelona, ciudad convertida en referente mundial. Y el CIS le susurró ayer al oído que puede lograrlo.
Fue ese vértigo el que le llevó a aliarse con ICV, consciente de que carecía de experiencia. Y la posibilidad de gobernar una gran ciudad europea desde la izquierda –amén de la propia supervivencia– fue el aliciente de ICV para dejar que sus dirigentes fueran desplazados en favor del tirón mediático.
Aunque Colau pregona nueva savia y el fin de la vieja política, la candidata cuenta en su equipo con personas que no son precisamente recién llegadas a la política, como el urbanista Jordi Borja o el politólogo Joan Subirats. Sabe que, si suena la flauta, le habrá caído encima un enorme peso: gobernar sin mayoría y demostrar que su fórmula no defraudará a los que vieron en ella a la heroína.
ICV intenta que la campaña de Colau no atemorice a la clase media. Para ganar, no basta con arrasar en Nou Barris o Sant Andreu. La candidata ha procurado reorientar salidas de tono como la del Mobile y adoptar un discurso menos combativo. Por eso Colau ya no avanza con escraches puño en alto y ahora prefiere el run-run de la rumba...