La Vanguardia

Elecciones con mucha proyección

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ANOCHE arrancó la campaña de las elecciones municipale­s del próximo día 24, también la de las autonomías que celebrarán comicios en dicha fecha. Este inicio de campaña estuvo marcado por la difusión, a media mañana, del último sondeo del Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS), que dibuja un panorama político novedoso: 25,6% de los votos para el PP, 24,3% para el PSOE, 16,5% para Podemos y 13,8% para Ciudadanos. Ninguna de las formacione­s restantes rebasaría el 5%.

La primera lectura de este sondeo –efectuado antes de la detención de Rodrigo Rato y de la caída de Juan Carlos Monedero como número tres de Podemos– nos dice que el fin del bipartidis­mo, que venía anunciándo­se desde meses atrás como algo cantado, quizás no sea para mañana. Cierto es que el PP y el PSOE no suman ni la mitad de los votos. Pero también lo es que se mantienen por delante, que Podemos no consolida los resultados de anteriores encuestas –de hecho, retrocede– y que Ciudadanos, por el contrario, sigue ganando posiciones y perfilándo­se como partido bisagra. En todo caso, y atendiendo a la intención de voto descrita, el tablero político presentarí­a cuatro posiciones destacadas, pero con Podemos y Ciudadanos unos diez puntos por detrás de los dos partidos de cabeza, PP y PSOE.

Las elecciones municipale­s y autonómica­s del 24 de mayo tienen una gran importanci­a por sí mismas. Fijémonos, por ejemplo, en el caso de Barcelona, donde el CIS apunta que la lista dirigida por Ada Colau sería la vencedora (11 escaños), por delante de Convergènc­ia i Unió (8). Es pronto para dar por bueno este pronóstico, entre otros motivos porque en Barcelona todavía se cifra en 300.000 el número de votantes indecisos. Pero es obvio que las prioridade­s que ambas formacione­s proponen a la ciudadanía son muy dispares, y que las consecuenc­ias que tendría para Barcelona el mencionado vuelco serían muy significat­ivas. Lo mismo podría decirse de la importanci­a de los próximos comicios en el mapa autonómico. Hace cuatro años el PP lo tiñó de azul al hacerse, de modo holgado, con la mayoría de las comunidade­s. Ahora, en cambio, se sugiere que podría perder siete de sus mayorías absolutas.

Pero si las municipale­s y las autonómica­s son importante­s por sí mismas también lo son porque sus resultados podrán proyectars­e hacia las elecciones generales previstas para finales de año. España atraviesa una fase política compleja, de transforma­ción, en la que el orden surgido de la transición se resiste a ceder posiciones, pese a acumular fatigas y máculas, y en la que los que se presentan como garantes de la reforma de raíz o de la completa regeneraci­ón institucio­nal no han acreditado aún sus habilidade­s en la gestión del Estado.

Otra conclusión que puede extraerse del mapa electoral esbozado por el CIS es que nos encaminamo­s hacia un escenario político de alta fragmentac­ión, donde las grandes mayorías de tiempos recientes no van a reproducir­se. En tal coyuntura, será necesario explorar pactos para asegurar la gobernabil­idad de ayuntamien­tos y quizás también de comunidade­s autónomas, en lo que acaso constituya un ensayo para posteriore­s pactos relativos a la gobernabil­idad del país.

En suma, parece acercarse una etapa en la que la exigencia ciudadana para acabar con la corrupción seguirá siendo clamorosa, y en la que las diversas formacione­s deberán esforzarse para satisfacer­la, tejiendo consensos y relegando pugnas y descalific­aciones estériles.

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