Basta de tomate, por favor
Creo que ha llegado el momento de plantarse y empezar a decir no al pan con tomate por sistema. Vas a un bar, pides un bocadillo de sobrasada y te lo traen untado con tomate. –¿Por qué me has puesto tomate? –Es que siempre ponemos. –Pero ¡es de sobrasada! Me podías haber preguntado si quería o no.
Pides un bocadillo de lacón con pimentón. Patapam: pan con tomate.
Pides un bocadillo de chorizo. Patapam: pan con tomate.
Pues no. Hay bocadillos con los que el tomate liga perfectamente. Los de jamón o de longaniza, por ejemplo. Pero hay otros a los que les perjudica porque no permite saborear lo que hay en medio. De entrada, todos los que llevan pimentón: el chorizo, la sobrasada, el lacón si le han echado por encima... Y, después, el queso. Si es mínimamente bueno, el tomate no hará sino desvirtuar su sabor. Con un chorro de aceite basta. Pero nos encontramos ante una generación de propietarios de bar que creen que, per se, todo bocadillo va con tomate. Hace lustros te lo preguntaban: “¿Lo quiere con toma-
Hay propietarios de bar que creen que, per se, todo bocadillo va con tomate
te o sin?”. Ahora ya no. Y el pan de acompañamiento también. En algunos sitios, incluso el pan para acompañar el pulpo a feira, que es un festival de pimentón. ¡Hala, venga! Sin tener conciencia del origen de este invento. Se empezó a untar tomate al pan seco, de dos o tres días. Era una forma de darle nueva vida y, además, como era seco, permitía restregarlo bien, y hacer que toda la pulpa quedase en él. Delicioso. Ahora no. Untan con tomate –suavemente– panes del día, tiernos, en los que la pulpa no se deshace. Incluso un día vi que untaban con tomate dos rebanadas de pan de molde, para preparar un bikini. Ya tardan en untar también los croissants. Eso por no hablar de esa aberración que es el tomate triturado que algunos establecimientos tienen en un plato y que extienden durante todo el día con un pincel, sin darse cuenta de que, tal como lo trituran, se convierte en un líquido que lo único que hace es remojar el pan, y que al cabo de unas horas puede llegar a ser tóxico.
Llegados a este punto, y como cuando pides un bocadillo no te avisan de que le habrán puesto tomate, he tomado la costumbre de, siempre que pido uno, especificar que no me pongan. Al principio cuesta acordarse, pero cuando lo integras en el cerebro ya te sale automáticamente, como te sale automáticamente desear buenos días cuando entras en el local. El día que quiera pan con tomate me lo prepararé en casa, no con un pan recién salido del horno sino con uno de dos días. El problema es dónde encontrar en Barcelona un pan lo bastante bueno para que te dure dos o tres días en la panera sin convertirse en plexiglás. En Sant Climent Sescebes está la panadería Josep Segura, y en Maçanet de Cabrenys, la panadería Jaume, pero no estaré, cada tres días, AP-7 arriba para comprar el pan y AP-7 abajo para volver a casa.