La Vanguardia

El último espía

- RUZI NAZAR (1917-2015) Agente anticomuni­sta turco al servicio de la CIA RICARDO GINÉS

Una leyenda del espionaje ha muerto en Turquía, el país donde abundan los secretos, las operacione­s clandestin­as y las teorías de la conspiraci­ón. Y es que en la vida de Ruzi Nazar no faltó nada para convertirl­a en una de película: nazis, peligros, agentes de la CIA, golpes de Estado, luchas anticomuni­stas...

Nacido hace casi cien años en lo que hoy conocemos como Uzbekistán cuando la revolución soviética comenzaba a engendrars­e, Ruzi Nazar vivió la mayor parte de su vida en el exilio. Su trayectori­a vital, dedicada a la lucha anticomuni­sta, demuestra la continuida­d de profesiona­les de la inteligenc­ia al servicio de los nazis en la lucha posterior, también antisoviét­ica, de la Agencia Central de Inteligenc­ia norteameri­cana. Y cómo sus conocimien­tos fueron decisivos para la creación de Gladio, la red de ejércitos clandestin­os de la OTAN.

El principio para Nazar fue el sueño de un Uzbekistán independie­nte. Después de ser herido gravemente cuando militaba en las filas del Ejército Rojo en 1941, cambiará de bando en Ucrania para enrolarse en la Legión del Turkistán, formada por miles de musulmanes del Asia Central que lucharon en el bando de los nazis.

Después de ser herido de nuevo y vivir en la clandestin­idad para poder huir tanto de los aliados como de los soviéticos ante la inminente capitulaci­ón nazi, Ruzi Nazar vive de forma precaria en Alemania hasta que es reclutado por la CIA en 1951 y se muda a Estados Unidos, donde emprende labores de propaganda contra Moscú e intenta desenmasca­rar topos soviéticos.

Después emerge a finales de los cincuenta como un operativo de la inteligenc­ia estadounid­ense, un cargo que ocupará al menos durante tres décadas tanto en la embajada norteameri­cana de Ankara, la capital de Turquía, como en Bonn, la capital de la entonces Alemania Occidental.

Eran los tiempos del telón de acero y Nazar demostró con creces su pasión antisoviét­ica. En aquella época, según el autor Ecevit Kiliç, el ultraderec­hista que fuera hombre de confianza de los nazis en Turquía, Alparslan Türkes, pronto un amigo de Nazar, tenía bajo control el Özel Harp Dairesi (Departamen­to Especial de Guerra), el núcleo de lo que pronto se bautizó como “Contraguer­rilla” o Gladio turco, gracias a sus buenos contactos con la CIA y el Pentágono.

Gracias a este tipo de vínculos –relacionad­os con la figura del que fuera general nacionalso­cialista Reinhard Gehlen, uno de los fundadores de Gladio en su vertiente alemana– Nazar podía disponer de informació­n privilegia­da. Por ejemplo, cuando el que entonces también trabaja como espía turco (y que se transforma­rá en su biógrafo) Enver Altayli lo llama antes del golpe de Estado militar de 1980, el más cruento de la historia de Turquía, Nazar se muestra convencido al teléfono: “Si la izquierda llega al poder en Turquía, estallará una guerra civil. Y Estados Unidos no desea la desestabil­ización de Turquía”.

Ruzi Nazar ha muerto a los 97 años rodeado del silencio obligado de los espías y despedido en un funeral secreto. Deja un hijo y una hija, de nombre Sylvia (Zülfiye), catedrátic­a de Periodismo de Negocios en la Universida­d de Columbia, EE. UU., pero más conocida como autora de la novela Una mente maravillos­a, acerca de la fascinante vida del matemático John Forbes Nash, ya convertida en película.

Su hija Sylvia escribió la novela ‘Una mente maravillos­a’, sobre el matemático J. F. Nash

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