Fin de ciclo en Valencia
El modelo que el PP instauró en 1995 se ha agotado y sus protagonistas han desaparecido
La corrupción, la crisis y el desgaste de 20 años de gobierno ponen en cuestión la hegemonía del PP Se intuye un nuevo tiempo, sin mayorías absolutas, que exigirá diálogo para levantar una autonomía dañada
Nada va a ser igual en la Comunidad Valenciana tras el 24-M. Ni en lo político, ni en lo social, ni en lo económico, nada. Así lo entienden todos los partidos que compiten en las elecciones valencianas. La legislatura que acaba ha finiquitado el modelo que se instauró en 1995 con el ascenso del PP. Dos décadas que se iniciaron con el discurso triunfalista del “poder valenciano”, que acuñó Eduardo Zaplana, y que se agotan ahora con el partido hegemónico, el PP, carcomido por el desgaste de la gestión, por la crisis que derrumbó el esquema de ladrillo y eventos y por la metástasis de la corrupción: ninguna institución se ha librado de este cáncer. Un dato: toda la generación de políticos del PP que construyó esa hegemonía, bajo los ejecutivos de Zaplana, José Luis Olivas y Francisco Camps, ha desaparecido, en algunos casos bajo condena de prisión. Excepción hecha de la alcaldesa Rita Barberá, la única que sobrevive en esta fotografía.
Nada va a ser lo mismo ni aunque el PP pueda conservar la Generalitat valenciana. Hipótesis factible que exigiría el apoyo de otra fuerza como Ciutadans, según todas las encuestas. Por primera vez en veinte años, dos o más formaciones deberán dialogar para garantizar la gobernabilidad de la Generalitat y del Ayuntamiento de Valencia. Más radical será el cambio si la izquierda, fragmentada en cuatro siglas –PSPV-PSOE, Podemos, Compromís y EUPV–, logra su principal objetivo: apartar al PP de las instituciones e iniciar profundas reformas.
En el primer caso, el PP actual deberá funcionar con esquemas políticos y de gestión nuevos, pues los viejos han sido todos derrotados. Con una infrafinanciación que impide cumplir objetivos de déficit y mantener, a duras penas, los servicios públicos básicos de sanidad, educación y bienestar social. Ya no hay dinero para excesos, despilfarros o sueños megalómanos del pasado; que poblaron la geografía valenciana de contenedores inútiles e insostenibles. Llega un nuevo tiempo, y así lo asume incluso el PP, que ha apartado viejos discursos y apuesta por nuevas ideas. De nada sirve ya recurrir al victimismo respecto a Madrid, a los grandes espectáculos o, también, a ese anticatalanismo que ya no convence a nadie una vez que el Banco de Valencia y la CAM fueron absorbidas por entidades financieras catalanas.
La sociedad civil valenciana afirma, en diferentes documentos, haber aprendido la lección sobre un modelo que ha reventado y que ha provocado la desaparición de todo el sistema financiero autóctono, de empresas emblemáticas y estratégicas, o que incluso ha provocado que el Valencia CF esté en manos de un financiero de Singapur, Peter Lim. Empresarios, sindicatos y, también, todos los partidos, aceptan que es tiempo de construir una nueva Comunidad Valenciana, más real, más humilde, sobre unas bases sólidas, que entronque con los valores de una sociedad que, a pesar de todo, tiene un formidable dinamismo: fue la que más exportó junto a Catalunya en el 2014. Queda además la compleja tarea de borrar esa imagen tan dañina que ha convertido a esta geografía en icono de la corrupción, en España y en todo el mundo (la única multa de la UE a España es por manipulación de cuentas en Valencia). El PP, PSPV-PSOE, Podemos, Ciutadans, Compromís y EUPV así lo quieren.
La izquierda acude a las urnas con el cuchillo entre los dientes. Se quiere ganar pero, ante todo, se quiere cambiar el modelo económico y social. Las coincidencias entre las fuerzas de este bando ideológico son enormes. Plan de choque social, apuesta por la gestión pública de los servicios, frente al modelo concertado-privado del PP, nueva financiación e infraestructuras o reabrir RTVV, la radiotelevisión pública valenciana. Lo que da vértigo a los propios protagonistas es cómo se podrá fraguar un consenso entre tantos actores sin caer en el error de otros tripartitos o pentapartitos. Es materia de debate electoral, y el PP lo explota, en lógica, como elemento de inestabilidad.
Se pide en los programas cambio de modelo productivo. Y el corredor mediterráneo aparece en casi todos como médula de un nuevo tiempo frente a la especulativa. Sin financiación, con las arcas vacías, con una deuda cer- cana a los 40.000 millones de euros (la mitad en manos del Estado), con una fuerte crisis política a causa de la corrupción, sin bancos propios, la dificultad será enorme, gobierne quien gobierne. Por eso, pase lo que pase el 24-M nada va a ser ya lo mismo, reconocen todos; no lo son los líderes de los partidos, ni lo será la aritmética parlamentaria. Tampoco lo es la sociedad civil, harta de verse retratada como ejemplo del desmadre, y deseosa de iniciar un nuevo ciclo. Esa es la hipótesis; gane quien gane.