Brooke Shields, la actriz de ‘El lago azul’, cumple 50 años
Brooke Shields mantiene su popularidad a pesar de que apenas trabaja ya como actriz
Quienes todavía recuerden aquellas espectaculares portadas de Vogue donde se la veía radiante con esa belleza tan espectacular que nos obligaba a parpadear, e incluso aquellos que no hayan podido olvidar las escenas más intensas de su película más famosa, El lago azul, seguramente se sentirán conmocionados cuando se enteren que aquella niña tan hermosa, la Brooke Shields de nuestros recuerdos, celebró ayer sus cincuenta años.
Aunque en la última década su trabajo se haya limitado a series televisivas y no se le ha visto en una película desde que protagonizó A por ellas dos años atrás (que sólo se estrenó en los cines en España y en dos países más), los paparazzi aún montan guardia en la puerta de su casa, porque Shields sigue ocupando un lugar de privilegio en la cultura popular. Sin duda ayuda que haya sido una de las mejores amigas de Michael Jackson, que fuese una de las elegidas para decir unas palabras el día de su entierro y que sean muchos los que no se han olvidado de su dis- puta con Tom Cruise hace una década, cuando él aprovechó los micrófonos durante la promoción de La guerra de los mundos para, de acuerdo con los postulados de la cienciología, criticarle a ella que hablara públicamente de las bondades de usar antidepresivos mientras batallaba contra la depresión posparto.
Brooke, que hoy está felizmente casada con su segundo marido, el guionista Chris Menchy, con quien tiene dos hijas, dedica casi todo su tiempo a su vida familiar en Manhattan, el lugar donde nació y del que nunca se fue, ni aun en los tiempos de su mayor fama. Y si bien ya hace mas de un año que no trabaja como actriz, desde que participó en el último episodio de The Michael J. Fox Show, que no fue renovado, sigue siendo muy bien recibida como celebridad en populares programas en vivo como The Today Show y se convierte en noticia cada vez que aparece en público.
Hija de un matrimonio que fracasó poco después de comenzar, Shields comenzó su carrera a los 11 meses, cuando ya su madre alcohólica se había separado, y desde muy pequeña su asombrosa belleza le ayudó a ganarse un lugar en el competitivo mundo de la moda infantil, al punto que la fundadora de la poderosa agencia Ford Models, Eileen Ford, decidió abrir una división en la empresa para poder aprovechar al máximo el potencial de la niña. Lógica- mente el cine pronto le abriría las puertas, y para cuando tenía 12 años, ya convertida en toda una profesional con varios créditos cinematográficos, tuvo su primer papel como protagonista de la mano de Louis Malle en la controvertida La pequeña, en la que le tocó a encarnar a una prostituta de su misma edad a principios del siglo XX. Su momento de mayor fama llegaría dos años más tarde
Casada con un guionista y madre de dos niñas, dedica casi todo su tiempo a su vida familiar en Manhattan
con El lago azul, y aunque aquel gran éxito que influyó en toda una generación de adolescentes alrededor del mundo le dejó el Razzie a la peor actriz, su carrera se volvió sencillamente imparable.
Al año siguiente, fue el turno de Franco Zeffirelli con otra historia de amor, Amor sin fin, que cimentó su extraordinaria popularidad como estrella juvenil. Por aquella época, Brooke también aparecía en las portadas de las revistas más importantes del mundo, y fue célebre la campaña que hizo para Calvin Klein, en la que mostrándose como un irresistible objeto de deseo la adolescente aseguraba desafiante que no había nada que se interpusiera entre ella y sus jeans.
Con el paso de los años, Shields trabajó conscientemente para mostrarse de otro modo, publi- cando una serie de libros que intentaron corregir la imagen vaporosa creada por la autobiografía que quienes llevaban su carrera publicaron cuando tenía 20 años, escrita por un autor fantasma y destrozada posteriormente por los críticos. Según la actriz, lo que en aquel entonces le protegió de la locura de la fama fue la decisión de su madre de que asistiera a una escuela pública como una alumna más. Luego estudió en la Universidad de Princeton, donde tampoco tuvo ningún privilegio.