De himnos y de pitos
Comenzaba la final de la Copa del Rey entre el Barça y el Bilbao cuando el crítico en su inocencia sintonizaba TVE para ver un partido de fútbol que se anunciaba incierto y emocionante. Chasco y desencanto. La primera cadena pública de televisión estatal no transmitía el encuentro, uno de los más importantes del calendario. Rápido zapeo a Teledeporte, donde esperábamos hallar las ansiadas imágenes. Segundo chasco. Hubo que saltar a TV3 o a Telecinco para seguir el partido. ¿Qué estaba ocurriendo?
La pitada, claro, la anunciada pitada a la Marcha real, al himno nacional español, que se auguraba desde que se supo que Barça y Bilbao iban a enfrentarse en el Camp Nou.
Hubo pitada, vaya si la hubo. Más de cien decibelios sostenidos durante un minuto largo, el que duraba el himno. En el palco presidencial, a rebosar de damas y caballeros vestidos en fúnebres colores, el Rey, dos presidentes autonómicos, un catalán y un vasco, un ministro que cae antipático a todo el mundo y un presidente de la Federación Española de Fútbol que está ahí desde que se inventó el cargo aguantaban el diluvio de pitos con resignada y fatalista paciencia. Vaya situación para una final de fútbol que se presume jubilosa.
¿Cómo se disimulan esas cosas, esas situaciones tan políticamente embarazosas? ¿Cómo se acalla una pitada colosal? No hay manera de silenciar el ruido de la masa encolerizada. O sí lo hay. Hay un procedimiento sibilino y astuto: no se trasmite por televisión, no por la primera cadena pública de televisión estatal, es decir, TVE. Otra vez hemos inventado la sopa de ajo informativa, porque, no nos engañemos, televisar en directo un partido como la final de la Copa del Rey no es dar cuenta de un mero espectáculo, es una tarea informativa obligada ante la que TVE y su canal deportivo, tdp, se rajaron. Qué manera tan lamentable de hacer el ridículo.
Ayer domingo, ya desde primerísima hora, el espacio 24 horas de La 1 se apresuró a recoger el incidente informando de que el Gobierno español está muy enfadado, que la pitada (¿qué pitada, la que ustedes ignoraron?) había sido una falta de respeto y que la convivencia está en peligro. TVE informaba también de que el Comité Antiviolencia tomará cartas en el asunto. ¿A quién sancionarán, a los que llevaban un pito en la boca?
Ante el espectáculo que se ofrece a sus ojos, el mirón televisivo recuerda que en sus tiempos de la mili, cuando el servicio militar era obligatorio, si una mula de carga llegaba tarde o se despistaba, pues nada, se arrestaba a la mula. Quizá podríamos recuperar el procedimiento y arrestar al pito, a los pitos, miles de pitos al cuartelillo primero, al calabozo después, castigados sin su ración de alfalfa, es decir, sin bufido, sin aires salivosos, sin la banal satisfacción de los que pitando un himno piensan que están haciendo algo.
Al día siguiente, Teledeporte transmitió en directo la etapa final del Giro. Emocionante espectáculo, bellísimas imágenes de la llegada a Milán. Ganó Alberto Contador, el Messi del ciclismo. Subió al podio y sonó el himno español. Nadie pitaba. Caray, qué bonito.
Hay un procedimiento sibilino para silenciar las pitadas a los himnos: no transmitirlas por la tele