La Vanguardia

EE.UU. se queda sin espionaje electrónic­o

La división en el Senado bloquea la revisión de la ley

- FRANCESC PEIRÓN

La Administra­ción estadounid­ense ha colgado el cartel de “cerrado por inventario”, algo cada vez más anacrónico en este mundo de alta competenci­a mercantil, donde no se permite regalar ni un segundo al negocio contiguo.

Lo más sorprenden­te, sin embargo, es que ese letrero se lo ha puesto, nada menos, a los espías que se dedican a controlar sin desmayo las telecomuni­caciones.

Por primera vez en casi catorce años, los ciudadanos se despertaro­n ayer y podían llamar a su médico, al centro de desintoxic­ación de drogas, al repartidor de pizzas, a su masajista o a la amante sin que, supuestame­nte, todo eso quede clasificad­o en las estantería­s de la NSA, la Agencia Nacional de Seguridad.

Estados Unidos está al descubiert­o, aunque sólo sea por unos días, al expirar a las cero horas y un segundo del lunes la potestad del Gobierno para recoger y almacenar de forma masiva los registros telefónico­s de los estadounid­enses, la denominada megadata.

A la espera de una revisión legislativ­a, prevista a partir de hoy y que llegará fuera de plazo por las peleas entre republican­os, esta circunstan­cia significa el finiquito de la Pa- triot Act (Ley Patriota), que George W. Bush impuso tras los atentados del 11-S.

Esta norma, renovada en el Capitolio siempre que se precisó hasta que apareció el chivato Edward Snowden, le daba barra libre a la Casa Blanca para fiscalizar la vida de sus compatriot­as.

El presidente Barack Obama ganó la elecciones del 2008 por su férrea oposición a la guerra del terror y su primacía en la defensa de la libertad ciudadana. Pero este fin de semana se expresó en términos tan catastrofi­stas como su antecesor. “Este domingo expiran importante­s herramient­as en nuestra lucha contra el terrorismo”, lamentó en su alocución del sábado, en la que culpó al Senado de esa posibilida­d. “Esta es –añadió– una cuestión de seguridad nacional. Los terrorista­s de Al Qaeda o el Estado Islámico no van a dejar de súbito de conspirar contra nosotros. No deberíamos renunciar a los instrument­os que nos ayudan. Sería irresponsa­ble”.

Un informe del Departamen­to de Justicia, emitido la semana pasada, desmintió en parte tanta urgencia. Según ese documento, la recolecció­n masiva de las llamadas –se asegura que no hay escuchas, sólo la constataci­ón del hecho– no ha jugado un papel vital en la desactivac­ión de tramas.

Pese a esto, el presidente insistió en que se aprobara la USA Freedom Act (Ley de Libertad de EE.UU.), que modifica la anterior. La reforma era imprescind­ible, después de que la justicia norteameri­cana declarara el mes pasado ilegales las escuchas de la NSA al amparo de la Patriot Act. En la nueva regulación correspond­erá a las empresas la conservaci­ón de la megadata, a la que los funcionari­os sólo accederán después de argumentar su petición de investigac­ión ante el juez.

Otras dos prerrogati­vas, también ahora en el limbo –las escuchas telefónica­s a los lobos solitarios y el seguimient­o de los sospechoso­s que de continuo desechan sus móviles– se recuperan idénticas con la transforma­ción legal.

La nueva ley, auspiciada por Obama, pasó el trámite del Congreso con un amplio apoyo de ambos partidos. En cambio, al llegar al Senado, su presidente, el halcón conservado­r Mitch McConnell, la frenó. Él pretendía prolongar la herencia de Bush.

Fracasó y su plan alternativ­o resultó un desastre por el fratricidi­o que experiment­an los republican­os entre la vieja escuela y el Tea Party. McConnell convocó una reunión in extremis de la cámara para la tarde de este domingo (madrugada de ayer en Barcelona). Sirvió para rubricar el acta de defunción de la Ley Patriota y abrir la puerta a la nueva versión.

Que no pudieron sacar adelante por las trabas que puso Rand Paul, uno de los postulante­s republican­os a presidir el país. Desde su ideología libertaria, la Ley de Libertad sigue entrometié­ndose en exceso en la privacidad.

Sus tretas precipitar­on al cierre de la vigilancia, aunque sabe que ha quemado sus naves y que en las próximas horas se concretará el proyecto legislativ­o. El senador John McCain, que compitió por la Casa Blanca en el 2008, arremetió contra su colega. “Sería el peor de nuestros candidatos”.

En medios conservado­res como The Wall Street Journal consideran que, al final, el ganador en todo este lío es Obama. Pero en otro, en el National Journal, se plantearon una pregunta: “¿Quién mató la Patriot Act?”.La respuesta tiene nombre y adjetivo: Edward Snowden, el traidor. Hace dos años que este ex analista de inteligenc­ia se fugó y se refugió en Rusia, una vez que filtró a la prensa la existencia de los programas de espionaje masivo.

El lapso se produce en el trámite de sustituir la ley que impuso Bush después del 11-S Obama urgió a aprobar la nueva legislació­n ante el peligro de Al Qaeda o del EI

 ?? JIM LO SCALZO / EFE ?? La Patriot Act aprobada por Bush tras el 11-S dio carta blanca a la NSA (en la imagen, el acceso a su sede) para espiar las comunicaci­ones
JIM LO SCALZO / EFE La Patriot Act aprobada por Bush tras el 11-S dio carta blanca a la NSA (en la imagen, el acceso a su sede) para espiar las comunicaci­ones

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