EE.UU. se queda sin espionaje electrónico
La división en el Senado bloquea la revisión de la ley
La Administración estadounidense ha colgado el cartel de “cerrado por inventario”, algo cada vez más anacrónico en este mundo de alta competencia mercantil, donde no se permite regalar ni un segundo al negocio contiguo.
Lo más sorprendente, sin embargo, es que ese letrero se lo ha puesto, nada menos, a los espías que se dedican a controlar sin desmayo las telecomunicaciones.
Por primera vez en casi catorce años, los ciudadanos se despertaron ayer y podían llamar a su médico, al centro de desintoxicación de drogas, al repartidor de pizzas, a su masajista o a la amante sin que, supuestamente, todo eso quede clasificado en las estanterías de la NSA, la Agencia Nacional de Seguridad.
Estados Unidos está al descubierto, aunque sólo sea por unos días, al expirar a las cero horas y un segundo del lunes la potestad del Gobierno para recoger y almacenar de forma masiva los registros telefónicos de los estadounidenses, la denominada megadata.
A la espera de una revisión legislativa, prevista a partir de hoy y que llegará fuera de plazo por las peleas entre republicanos, esta circunstancia significa el finiquito de la Pa- triot Act (Ley Patriota), que George W. Bush impuso tras los atentados del 11-S.
Esta norma, renovada en el Capitolio siempre que se precisó hasta que apareció el chivato Edward Snowden, le daba barra libre a la Casa Blanca para fiscalizar la vida de sus compatriotas.
El presidente Barack Obama ganó la elecciones del 2008 por su férrea oposición a la guerra del terror y su primacía en la defensa de la libertad ciudadana. Pero este fin de semana se expresó en términos tan catastrofistas como su antecesor. “Este domingo expiran importantes herramientas en nuestra lucha contra el terrorismo”, lamentó en su alocución del sábado, en la que culpó al Senado de esa posibilidad. “Esta es –añadió– una cuestión de seguridad nacional. Los terroristas de Al Qaeda o el Estado Islámico no van a dejar de súbito de conspirar contra nosotros. No deberíamos renunciar a los instrumentos que nos ayudan. Sería irresponsable”.
Un informe del Departamento de Justicia, emitido la semana pasada, desmintió en parte tanta urgencia. Según ese documento, la recolección masiva de las llamadas –se asegura que no hay escuchas, sólo la constatación del hecho– no ha jugado un papel vital en la desactivación de tramas.
Pese a esto, el presidente insistió en que se aprobara la USA Freedom Act (Ley de Libertad de EE.UU.), que modifica la anterior. La reforma era imprescindible, después de que la justicia norteamericana declarara el mes pasado ilegales las escuchas de la NSA al amparo de la Patriot Act. En la nueva regulación corresponderá a las empresas la conservación de la megadata, a la que los funcionarios sólo accederán después de argumentar su petición de investigación ante el juez.
Otras dos prerrogativas, también ahora en el limbo –las escuchas telefónicas a los lobos solitarios y el seguimiento de los sospechosos que de continuo desechan sus móviles– se recuperan idénticas con la transformación legal.
La nueva ley, auspiciada por Obama, pasó el trámite del Congreso con un amplio apoyo de ambos partidos. En cambio, al llegar al Senado, su presidente, el halcón conservador Mitch McConnell, la frenó. Él pretendía prolongar la herencia de Bush.
Fracasó y su plan alternativo resultó un desastre por el fratricidio que experimentan los republicanos entre la vieja escuela y el Tea Party. McConnell convocó una reunión in extremis de la cámara para la tarde de este domingo (madrugada de ayer en Barcelona). Sirvió para rubricar el acta de defunción de la Ley Patriota y abrir la puerta a la nueva versión.
Que no pudieron sacar adelante por las trabas que puso Rand Paul, uno de los postulantes republicanos a presidir el país. Desde su ideología libertaria, la Ley de Libertad sigue entrometiéndose en exceso en la privacidad.
Sus tretas precipitaron al cierre de la vigilancia, aunque sabe que ha quemado sus naves y que en las próximas horas se concretará el proyecto legislativo. El senador John McCain, que compitió por la Casa Blanca en el 2008, arremetió contra su colega. “Sería el peor de nuestros candidatos”.
En medios conservadores como The Wall Street Journal consideran que, al final, el ganador en todo este lío es Obama. Pero en otro, en el National Journal, se plantearon una pregunta: “¿Quién mató la Patriot Act?”.La respuesta tiene nombre y adjetivo: Edward Snowden, el traidor. Hace dos años que este ex analista de inteligencia se fugó y se refugió en Rusia, una vez que filtró a la prensa la existencia de los programas de espionaje masivo.
El lapso se produce en el trámite de sustituir la ley que impuso Bush después del 11-S Obama urgió a aprobar la nueva legislación ante el peligro de Al Qaeda o del EI