La Vanguardia

Pablo González

- J. DE P.

DIRECTOR DE LA OBC

El director Pablo González ha puesto fin, tras cinco años, a su etapa al frente de la OBC. En su última aparición recibió un merecido aplauso, porque su trabajo ha rezumado ilusión. Para él, etapa superada.

OBC Director: Pablo González Lugar y fecha: L’Auditori (29/ V/2015)

Último concierto de Pablo González como director titular de la orquesta oficial de Catalunya. Han pasado muchas cosas en estos cinco años. Accedió al cargo después de la etapa de Seiji Oue, que a su vez reemplazó a Ernest Martínez Izquierdo, sucesor del maestro Foster que insistió en hacer giras de lobby. Siguió una etapa donde al menos la música del siglo XX estaba algo más en los atriles, hasta que llegó Oue, un artista, pero poco o nada interesado en construir orquesta.

Pablo González llegó como opción de juventud, aunque para construir hay que tener experienci­a en poner ladrillos, y en compañía de un director técnico, el Sr. Bou, y una inutilidad como principal invitado (Mr. Krivine), diseñaron temporadas con la presión de la gestión política de hacer taquilla en función del espec- táculo y no de la cultura. Cuantos años se han perdido.

Una buena orquesta, con una cantidad de muy buenos músicos, un poco a la deriva por falta de un equipo técnico con conocimien­tos suficiente­s para diseñar objetivos y apoyar al director. Y ahora vuelta a empezar.... ¿Hay asesores en esta OBC, se utilizan, se consulta con los músicos, por qué solo tiene presencia en Barcelona, se hace algo por acercar a las audiencias de fuera de la ciudad?

El concierto en cuestión contó con una orquesta con cantidad de caras desconocid­as ¿Hay objetivos claros en cuanto a los músicos convidados, se piensa en los del país como cantera; y el concertino? Lo cierto es que la cuerda sonó convenient­emente bien con los nuestros en esta Novena Sinfonía de Mahler, al igual que los solistas, y no digamos los metales. En general la respuesta de nuestros músicos ha sido muy buena, y lo que queda es trabajo de dirección y de diálogo. Quizá no hubo tiempo en esta versión algo anodina, pero con buena intención constructi­va, de trabajar las necesarias respiracio­nes que subrayan desenlaces en Mahler, o dinámicas que marquen contrastes en este discurso con recursos del barroco. Eché de menos algo de lo canalla que es Mahler, y más agilidad, aunque la marcha que cierra el segundo fue elegante.

Otro tema es la cohesión interior que necesita esta música, tensión incluso muscular que anude los episodios en línea horizontal. El final fue emotivo, porque además González utilizó la metáfora lineal de última sinfonía, último concierto... El público sensible aplaudió en pie.

Merecido aplauso, porque su trabajo como director ha sido bueno y con ilusión, aunque lejos de imprimir titularida­d. Debe abrir las velas, recorrer puertos; la experienci­a más el conocimien­to hacen buena pareja. Para él no es fin de camino, es sólo una etapa...

Para nosotros, seguir preguntánd­onos qué representa un lujo como esta orquesta para nuestra sociedad, y por qué no atrae por ejemplo a los melómanos del Liceu, ni a los de ciclos privados. Es la orquesta que al menos debe representa­r a Barcelona, deberíamos aprender a disfrutar; incluso es un buen ejercicio para reflexiona­r. Creo que la calidad es lo que nos ha de llevar a ella. ¿Por qué no debatir sobre ello con los aficionado­s? Otro día, si hay ocasión podríamos hablar sobre las metáforas.

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