La Vanguardia

Los reveses de Asad

El ejército sirio, después de perder Idlib, se repliega para salvar el litoral mediterrán­eo, Damasco y Homs del avance yihadista

- TOMÁS ALCOVERRO

Han vuelto a difundirse en los medios sensaciona­listas del golfo Pérsico declaracio­nes de ministros de Asuntos Exteriores como el de Arabia Saudí, y otros diplomátic­os árabes, asegurando que los días del rais Bachar el Asad están contados. Esta vez los pronóstico­s se basan en las sucesivas derrotas del ejército sirio a manos de las milicias islamistas que se financian, en gran medida, con dinero que envían las monarquías absolutist­as del Golfo.

Las fuerzas de Asad han perdido el control de Palmira y de amplias zonas en el norte del país, en torno a la ciudad de Idlib, ahora en poder del frente Al Nusra. El Estado Islámico, por su parte, controla todo el centro y este del país, y todos los puestos fronterizo­s con Iraq. No hay duda de que el régimen de Asad ha quedado profundame­nte debilitado. Y es desde esta posición de vulnerabil­idad que durante el fin de semana atacó la provincia de Alepo. Los helicópter­os lanzaron barriles trufados de explosivos sobre la población. Murieron 84 personas y Stephan de Mistura, enviado especial de Naciones Unidas, condenó enérgicame­nte la ofensiva. Llevaba varias semanas negociando en vano un alto el fuego en Idlib que las fuerzas rebeldes rechazaban de plano.

Al final de una cena en mi re- ciente visita a Damasco, los comensales, miembros del partido gubernamen­tal Baas, extendiero­n el mapa de Siria sobre la mesa. De manera gráfica me explicaron lo que ahora se confirma, es decir, la aplicación de una nueva estrategia militar más defensiva, promovida por Irán, con el objetivo de proteger los grandes centros de población que todavía están bajo control gubernamen­tal y donde se han refugiado habitantes huidos de zonas dominadas por los yihadistas.

El criterio de los dirigentes de Damasco es que no sólo el ejercito sirio debe luchar contra el terrorismo si no que el mundo debe decidir si acepta o no el establecim­iento de un califato en el corazón de Oriente Medio dirigido por el grupo armado del Estado Islámico.

Buena parte del territorio en poder de los yihadistas es desértico. El gobierno mantiene el control sólo sobre un 25% del país, pero en estas zonas es donde vive el 60% de la población. El geógrafo Fabrice Balanche sostiene que entre el 10% y el 15% de los sirios viven bajo el Estado Islámico, entre el 20% y el 25% bajo el frente Al Nusra y entre el 5% y el 15% bajo las milicias kurdas.

El desgaste de las fuerzas armadas sirias es muy fuerte. Han perdido a más de 68.000 hombres, según las últimas estimacion­es. Hay miles de jóvenes que no quieren ir a filas. Esta falta de efectivos explicaría las últimas derrotas en Palmira e Idlib, y la nueva estrategia defensiva. Ni los refuerzos que envía Hizbulah son suficiente­s.

El ejército aún cuenta con 175.000 soldados, que ahora el Gobierno ha colocado en el litoral mediterrán­eo, para asegurar pla- zas como Lataquia y Tartus, el eje Damasco-Homs, la región drusa de Sueida y la parte de Alepo que aún no ha perdido.

Los yihadistas consideran que las últimas derrotas del ejército sirio debilitará­n aún más a Bachar el Asad, incapaz de presentar a la población éxitos convincent­es.

Los militares de Damasco han tenido que reducir sus ambiciones estratégic­as. Están percatados de que no les faltará la ayuda de Irán y Rusia en esta larga guerra de desgaste. Y esperan que sea suficiente para no capitular.

Asad confía en que la ayuda de Irán, Rusia y Hizbulah le sirva para no perder aún más territorio

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