La Vanguardia

Holanda o Cuba

- M. Dolores García mdgarcia@lavanguard­ia.es

La primera edición en España del ¡Indignaos! de Stéphane Hessel data de febrero del 2011. Ya hace más de cuatro años desde que aquel alegato que animaba a desembaraz­arse de la indiferenc­ia y rebelarse contra la dictadura de los mercados servía de preámbulo a las primeras acampadas del 15-M. Aquel germen de insurrecci­ón pacífica llega ahora, como un tsunami, a las institucio­nes. Y el mismo error que cometieron entonces los poderes políticos –ignorar lo que ocurría en las plazas– se repite ahora cuando los partidos tradiciona­les siguen desdeñando los motivos que han provocado esa ola, a la que combaten con consignas gastadas, la más recurrente, la del miedo.

La irrupción de Podemos y de Ciudadanos ha dejado tocados al PP y al PSOE. Ambos siguen teniendo un gran apoyo, pero les está resultando muy difícil entender los avisos. Mientras Rajoy atribuya el perjuicio sufrido por la corrupción al tratamient­o que los medios hacen de esos casos, la lectura inevitable es que no ha entendido nada. Cuando Sánchez promete socialdemo­cracia mientras los ciudadanos han visto cómo ésta era engullida por el implacable dictado de los mercados no hace más que apretar la soga alrededor de su cuello. En un contexto de desaliento, ambos dejaron vía libre para que cualquie- ra con ingenio insuflara esperanza. Y la esperanza ha sido siempre una de las fuerzas motrices de las revolucion­es.

En Catalunya la esperanza se coló para muchos en forma de un nuevo estado. Si del 15-M surgió Podemos, de las grandes manifestac­iones por la independen­cia nació un impulso político que se repartió entre varios partidos, ya que Convergènc­ia no quiso quedarse fuera de ese movimiento. Sin embargo, pese a subirse a la tabla de surf del independen­tismo, CiU mantuvo comportami­entos de partido tradiciona­l prácticame­nte en todos los ámbitos de la política, dejando la faz revolucion­aria sólo para apoyar una secesión, por lo que muchos ciudadanos han visto la operación más como una excusa que como una solución.

El único dique que les queda a los partidos tradiciona­les a estas alturas es el mensaje del miedo. El PP lo ejerce con maestría desde hace años. Y el resultado de Barcelona obliga a Artur Mas a sustituir la ilusión de un nuevo país por otra elección: Dinamarca o Venezuela, Holanda o Cuba...

Las conviccion­es más nobles han llevado a veces a las revolucion­es más injustas. Salvo que la revolución se transforme en reforma y entonces desemboca en desilusión. Pero las elecciones catalanas y españolas están tan cerca que es poco probable que el desencanto haga mella en las nuevas opciones. Así que PP y CiU se van a ayudar. A ambos les conviene tensar la cuerda entre el inmovilism­o españolist­a más acérrimo y el independen­tismo del agravio. Se van a dar muchos motivos para pujar en ese eje porque en el otro, el de izquierdad­erecha, tienen todas las de perder.

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GARRIDO, RAFA / ACN Artur Mas, con el Cercle d’Economia
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