La Vanguardia

Sobre la pitada del Camp Nou

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LA pitada con que fue recibido el himno nacional español en el Camp Nou, momentos antes de que el Barça y el Athletic disputarán la final de la Copa del Rey, ha dado pie a una nueva refriega política. Lo primero que cabe decir al respecto es que acciones como esta pitada no son plausibles. Ni deberían parecerlo a cuantos reclaman respeto para los símbolos, banderas e himnos propios y, en justa reciprocid­ad, deberían abstenerse de silbar los ajenos. Sin duda, es posible entender los motivos por los que, en una coyuntura como la actual, se produjo esta pitada. Pero una cosa es conocer la circunstan­cia en que se enmarca un hecho, y otra distinta es justificar­lo pasando por alto su carácter incívico y su poca eficacia real.

Dicho esto, es llamativa la reacción gubernamen­tal ante un tipo de pitada que no es inédita ni ha tenido, en anteriores ocasiones, consecuenc­ias de peso. Con una diligencia digna de mejor causa, el Gobierno difundió a media parte del partido una nota con membrete del Ministerio de la Presidenci­a en la que convocaba para ayer, en sesión extraordin­aria, a la comisión estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intoleranc­ia en el deporte. El objeto de dicha reunión era denunciar las “actuacione­s inconvenie­ntes y, en su caso, proponer las sanciones que fueran procedente­s”.

La mencionada comisión, fruto de un real decreto del 2008, refleja la sensibilid­ad española ante una norma europea promulgada en 1985 para frenar la violencia y las irrupcione­s de público en los terrenos de juego, en particular los futbolísti­cos. Es sabido que nada de esto hubo en la final del sábado. Como tampoco hubo nada relativo al racismo o la xenofobia, que en otros casos se han dado en estadios españoles, mereciendo la invariable censura de este diario. Lo que hubo en el Camp Nou fue una silbada, algo que, dicho sea de paso, el diccionari­o de la Real Academia Española define, en tercera acepción, como “una muestra de desagrado y desaprobac­ión”. Pero sólo como eso.

Francisco Martínez, secretario de Estado de Seguridad, y Miguel Cardenal, secretario de Estado para el Deporte, se limitaron ayer, al término de la reunión extraordin­aria de la comisión, que había suscitado mucha expectació­n, a dos cosas. Primero, a expresar su condena de la pitada. Y, segundo, a anunciar que se recabará informació­n en distintas instancias por si hubiera lugar a un expediente sancionado­r. Es decir, se impuso una actitud prudente, que es la más adecuada en tiempos ya de por sí agitados, en los que se usan como arma política episodios de toda naturaleza, y se relegan irresponsa­blemente los pactos de consenso.

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